Luces y sombras del posparto

Es la etapa que puede marcar el presente y futuro de nuestra maternidad

Al iniciar las clases de educación prenatal tengo la costumbre de preguntar a las/os asistentes qué es lo que más les preocupa: el parto o el posparto. Las respuestas varían, cada grupo es diferente, pero lo cierto es que la mayoría de las mujeres y hombres que van a tener su primer bebé se preocupan más por el parto.

Es bastante lógico; es lo primero que va a ocurrir y es un evento que tiene una intensidad emocional muy alta. Sin embargo:

El parto es solo un día, más o menos largo, y estaréis acompañados, pero el posparto dura mucho más y te vas a casa con tu bebé sin timbres a los que llamar en la noche.

Esta es la frase que suelo decirles en la primera clase. Muchas parejas me han reconocido la gran verdad de esta frase en las consultas posparto y por eso siempre he buscado la manera de paliar el malestar que a veces se asocia a este periodo: información precisa de lo que va a ir ocurriendo en sus cuerpos y su mente, esquemas básicos del comportamiento normal de un bebé las primeras semanas, técnicas de relajación, grupos y consultas en el posparto… pero sigue sucediendo: llega el puerperio y siguen apareciendo momentos de escollos de apariencia insalvable en relación al cuidado del recién nacido.

 

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Melancolía posparto: Realidad vs Expectativas

Clínicamente está descrita la “melancolía posparto”, que se calcula que se produce en un 70-80% de los casos tras tener al primer bebé. Se describe como una reacción ansioso depresiva con irritabilidad, episodios de llanto, rasgos hipocondríacos, falta de concentración, fatiga… derivada de procesos hormonales y neuroquímicos.

La realidad es que las expectativas que tenemos sobre la ma(pa)ternidad suelen ser muy diferentes a lo que nos encontramos en casa. Imaginábamos un bebé precioso, que iba a hacer unos ciclos más o menos estables y predecibles de alimentación y sueño y se iba a quedar largos ratos durmiendo plácidamente en su cunita, y si acaso con algún rato de llanto y cólicos esporádicos.

 

Cuando mamá no puede más

 

Y en tu retoño hay notables diferencias: horarios de sueño y alimentación anárquicos, necesidad de contacto interminable, falta de sueño atendiendo a las necesidades de una criatura que parece insaciable y las noches se tornan oscuras e interminables mientras la madre piensa que ella es la única madre incapacidad de cuidar a su bebé.

Posiblemente estas ideas estén en el inconsciente colectivo, determinadas por nuestra cultura actualmente, o quizá necesitemos creer que esto va a ser así para animarnos a tener descendencia. La realidad es que, aun estando avisada de lo que supone el posparto con pelos y señales, es una etapa que hay que pasar empapándose de ella: sintiendo en cada poro la fatiga por la falta de sueño, la inseguridad de si lo estás haciendo bien o mal, la búsqueda de la fórmula exacta para hacerlo perfecto…

Y quizá sea en esta vivencia intensa de todo el proceso lo que nos hace aprender a cuidar de nuestra criatura, a saber reconocer sus necesidades y las nuestras, de encontrar nosotros mismos en nuestro interior ese ansiado manual de instrucciones que tantas parejas piden. Con cariño y respeto, afirmo que tenemos que pasar por la novatada para aprender a manejarnos en esta nueva aventura.

 

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¿Y qué pasa con los segundos y sucesivos hijos/as?

La mencionada melancolía disminuye en frecuencia radicalmente. Se unen la experiencia y la falta de tiempo para resolver las situaciones con pragmatismo, la primera batalla ha dejado un aprendizaje que permite lidiar mejor con los cuidados del recién llegado mientras ponemos energía en ayudar a adaptarse a la nueva situación a los mayores y mantener un equilibrio familiar.

Nos encontramos ante un escenario más o menos conocido y hay más seguridad, y los cambios hormonales y emocionales no afectan tan intensamente, aunque el cansancio pueda ser mayor.

 

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Estrategias básicas para afrontar el posparto

Tras estos años acompañando a las madres y sus parejas sigo manteniendo que hay una triada básica para afrontar esta etapa:

Básicamente, lo importante es entender que hay tres necesidades básicas del bebé: cariño, calor y alimento que sobre todo va a cubrir la madre, que a su vez necesitará el sostén de su pareja y a su vez ambos un apoyo de su entorno las primeras semanas. A partir de aquí, construir días sencillos propiciando el descanso cuando el bebé duerme y alternarse en la pareja para comer o asearse.

Ayuda mucho salir de paseo (de paseo y no de recados, corriendo de un lado a otro), a ser posible acompañada y juntarse con otras madres para compartir y desahogarse con gente que vibra en la misma sintonía.

 

 

También es vital gestionar las visitas… Que quien venga a conocer al nuevo miembro de la familia sepa lo que necesitáis: brevedad, ayuda doméstica, traer la compra o comida preparada. Esto puede pasar por pedirlo: explicar previamente las cosas evita malos entendidos y proporciona más ayuda útil.

Y si has practicado durante el embarazo técnicas de relajación o mindfulness, seguir usándolas; y si no ha sido ese el caso, aprender ahora pequeñas estrategias para realizar a diario unos minutos mientras estás con tu bebé. Es tremendamente eficaz, ahora y durante toda la crianza.

Hay que pasarlo

No creo que podamos estar al 100% preparadas para ese momento. Me gusta compartir con las futuras mamás que apenas 12 horas después de nacer mi primer hijo, llamé angustiada a una buena amiga asesora en lactancia porque mi retoño aún no se había enganchado al pecho, para hacer notar que, por mucha teoría que tengamos a nuestras espaldas, seguimos siendo madres vulnerables al influjo de las hormonas y de las emociones que nos invaden.

 

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De repente nos sentimos pequeñas ante la fragilidad y dependencia de nuestro bebé, como si esa responsabilidad de cuidarle nos viniera grande. A la par pretendemos mantener un ritmo de actividad personal y doméstica, incluso a veces profesional… Y no damos abasto y se hace aún más grande la montaña mientras crece el sentimiento de incompetencia.

Recuerdo con claridad una tarde en la que al llegar mi marido a casa me puse a llorar protestando que otro día más no había hecho nada en casa, señalando el desorden del salón mientras mi hijo dormía sobre mi plácidamente. “¿Te parece poco haber cuidado durante todo el día de él?”, me contestó.

He repetido esta frase cientos de veces a madres cuando me transmiten esa misma inquietud que a mí me asfixiaba al paso de las semanas de mi maternidad; es como si ese cuidado y dedicación no contase en el quehacer diario mellando nuestra autoestima.

 

 

Necesitamos aliento para rescatar nuestras fuerzas y rehacernos ante esta nueva realidad mientras redescubrimos toda la luz que tenemos dentro y todas las nuevas capacidades que vamos a ir desarrollando como madres.

Por eso es tan importante rodearse de personas que nos pongan la mano en el hombro con una sonrisa entendiendo nuestro malestar y alabando nuestros logros, por eso reunirse con otras madres ayuda a desahogar y a sentirse apoyada sin juicios porque de una manera u otra todas estamos transitando ese camino, por eso si quieres apoyar a una madre simplemente escúchala, valida lo que te dice y, si acaso, proponle una ayuda útil.

Y todo pasa, porque los bebés crecen a la par que nuestra seguridad. Iremos pasando diferentes etapas, cada una con sus preocupaciones y sus alegrías. ¡Disfrútalas!

Y recuerda que en el Seminario Online «Luces y Sombras en el posparto» hablo con ejemplos, anécdotas (incluso mis vivencias como madre y matrona), con la intención de ofreceros la máxima ayuda de una etapa llena de luces pero también de sombras, de miedos y culpabilidades. Una etapa, el posparto, que puede marcar de forma importante cómo somos y seremos madres.

 

Lo difícil no es el parto, sino todo lo que viene después. Lo hablamos en el Seminario Online «Luces y Sombras en el posparto»

 

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