Hace un tiempo nos sobrecogía la noticia de que, en Cartagena, un menor de 11 años había sufrido una brutal agresión por parte de otro menor, de 15 años, de tales proporciones que había derivado…
La hora de vestirnos, la del baño, “te he dicho que recojas”, las prisas, “dejad de pelearos”, la hora de la comida, los deberes, “ahora no, que tengo que trabajar”, el reparto de tareas en casa, “qué cansada estoy, todos los días lo mismo”… Prácticamente cualquier cuestión, cualquier tarea rutinaria de nuestro día a día, es susceptible de desencadenar luchas de poder con los hijos.
A nadie le gusta pasarse el día discutiendo, peleando… tratando de demostrar que tiene el bastón de mando mientras se enfrenta a sus pequeñas criaturas que se empeñan en demostrar, al mismo tiempo, que el bastón de mando está más que cotizado en casa.
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Vivir todo el día en continuas luchas de poder con los hijos supone un desgaste agotador y, además, genera desconexión en la familia; en lugar de ser un equipo nos convierte en rivales. Entonces, ¿por qué lo hacemos? ¿Por qué caemos una y otra vez en lo mismo y acabamos discutiendo y batallando por cada pequeño detalle?
Qué hay detrás de las luchas de poder
En el fondo, detrás de las luchas de poder con los hijos e hijas, se esconde nuestra inseguridad o nuestro miedo a perder el control. Si lo analizamos bien, el “poder”, la responsabilidad máxima de cuidarles y protegerles, de tomar decisiones sobre sus vidas… es nuestra per se, por definición. Es, además, ineludible. La ley lo establece así; y la naturaleza, también.
Somos nosotras/os quienes tenemos la última palabra sobre a qué hora venirnos del parque, sobre qué mochila se pueden comprar para el cole, sobre qué vamos a cenar esta noche y sobre cualquier cuestión que afecte a sus vulnerables existencias. Por qué extraña razón, entonces, nos dedicamos a discutir y pelear por cada pequeña decisión. Por varios motivos:
- Porque nos sentimos inseguros/as y tenemos muchas dudas sobre cómo hacerlo bien.
- Porque nos da miedo que si les dejamos decidir se nos vaya de las manos y acabemos perdiendo el control.
- Porque vamos a mil por hora y entramos en dinámicas muy estresantes en las que no somos capaces de pensar con claridad.
- Porque vivimos en una sociedad terriblemente adultista que nos lanza continuamente el mensaje terrorífico de que la existencia infantil debe ser similar a la de cualquier mobiliario o elemento decorativo; que deben estar ahí, en casa, porque lucen, pero sin moverse, ni hablar… ni ninguna otra actividad propia de la infancia que pueda ser considerada como una molestia para nuestras estresadas y extenuantes vidas adultas.
- Porque en nuestra propia infancia nos ningunearon y nos sometieron; y hemos acabado enterrando en algún lugar remoto de nuestra memoria lo mal que nos sentíamos para seguir perpetuando un sistema jerárquico y autoritario.
En otras ocasiones, se trata incluso de una cuestión de sobreprotección. Me dedico en cuerpo y alma a resolverte la vida para evitar que sufras ningún contratiempo y, después, me molesta sobremanera que quieras tomar una decisión contraria a la mía y siento que has tirado por tierra todo el esfuerzo y el cariño con el que yo ya había decidido por ti.
En cualquier caso, las luchas de poder surgen de un sistema de parentalidad no saludable en el que estamos actuando como contrincantes en lugar de cooperar y hacer equipo. Mientras haya lucha de poder, hay posibilidad de victoria o de derrota; y, por lo tanto, cada parte va a tirar de su extremo de la cuerda hasta el límite de sus fuerzas.
Pero lo peor de todo esto es que cada vez que entramos en una lucha de poder, estamos condenados/as a ganar o perder. Y, en el que se supone que es el mejor de los casos, si finalmente ganamos, ¿en qué convierte eso a nuestros hijos y a nuestras hijas? ¿De verdad creemos que crezcan con la sensación continua de fracaso?
Cómo evitar las luchas de poder con los hijos
A mí la Disciplina Positiva me cambió la vida. Es cierto que yo ya había hecho un trabajo personal antes y que había desterrado de mi vida bastantes de las herramientas educativas propias de la educación tradicional autoritaria. Pero en lo referente a las luchas de poder, fue tremendamente esclarecedor entender que el bastón de mando estaba en mi mano y que era mi responsabilidad elegir cómo usarlo. Así que hoy, me gustaría compartir en este post, algunas ideas que a mí me ayudaron a acabar con las luchas de poder con mis hijos.
Elige qué tipo de líder quieres ser
Ya hemos visto que el liderazgo de nuestra familia es inherente al cargo de madre o de padre. No es que queramos estar al mando, es que lo estamos, queramos o no. Pero, ¿cómo queremos utilizarlo? ¿Queremos ser un líder autoritario y abusivo al que temer o contra el que rebelarse? ¿O queremos ser una líder respetuosa que escucha y predica con el ejemplo a la que seguir?
Elige qué batallas librar
¿De verdad necesitas elegir la ropa que se van a poner, la hora a la que van a hacer los deberes y a cuánto deben cortarse el pelo? Aprende a soltar y permitirles tomar decisiones sobre sus propias vidas. Tienen derecho a ello y además es un ejercicio muy enriquecedor para entrenar sus habilidades para la vida.
Y resulta muy liberador no tener que estar decidiendo cada pequeño detalle. Si quieren quedarse en el parque hasta las doce de la noche y mañana hay cole, nos tocará usar nuestro bastón de mando y tomar la decisión de a qué hora volver a casa. Pero, para todo lo que no sea imprescindible, ¡suelta y permíteles tener su parcela de poder!
Deja que las rutinas manden
Nada mejor que las rutinas para acabar con las luchas de poder. Si previamente hemos llegado a acuerdos y hemos establecido cuál es la hora de bañarnos o que tenemos que recoger el salón antes de cenar; nos evitamos tener que estar dando órdenes porque sí. Simplemente “es la hora de…” o “es el momento de…”.
A nadie le gusta estar acatando órdenes todo el día, así que las rutinas pueden ser nuestras grandes aliadas. Ojo, las rutinas deben haberse acordado previamente en familia. Si las imponemos desde nuestra posición adulta será lo mismo que estar acatando órdenes y eso, nuestras hijas e hijos, lo perciben.
Usa el bastón de mando con amabilidad
Ya sabemos que a las 19.00 hay que volver a casa para darnos un baño y cenar antes de acostarnos. Pero, ¿necesitas decirle que es un caprichoso y que nunca tiene bastante y que… blablabla? Tu trabajo es llegar a casa a tiempo y el suyo es querer quedarse en el parque. No está haciendo nada más que lo que le corresponde por edad así que keep calm y valida emociones. «Cariño, ya sé que te encantaría quedarte en el parque un ratito más y es la hora de irnos a casa, ¿te apetece que juguemos al veo veo mientras caminamos hacia casa?».
Aprende a decir no, sin más
A menudo nos cuesta decir no a algo que no puede ser sin añadir una justificación, un reproche, una retahíla de argumentos que se acaban convirtiendo en un sermón. Mientras tú le das mil razones para no comprar esa caja de galletas, ella encontrará mil quinientas para sí comprarla. No digo que no tengamos que dar explicaciones ni argumentar nuestras decisiones. Pero cuando vais a entrar en una conversación de besugos en la que nadie va a convencer a nadie porque cada quien tiene sus motivos y sus argumentos, aprende a decir simplemente, no; con amabilidad.
Buenisimas recomendaciones, claras y sencillas de poner en practica! Lo interaremos 🙂