Aunque sean partidarias de la maternidad afectiva, la crianza con apego, el colecho y sus múltiples beneficios, una de las mayores dudas que se plantean las familias que comparten cama con sus peques es «¿hasta cuándo?». A veces sentimos que ya está llegando el momento, que ellos ya son mucho más independientes y autónomos y nosotros necesitamos ir recuperando nuestro propio espacio y/o tener mayor calidad de descanso. Pero, ¿qué hacer cuándo los peques aún no quieren dormir solos?
¿Por qué los niños no quieren dormir solos?
Cuando son bebés, lloran. Cuando son niños pequeños, te ponen una y mil excusas para retrasar el momento de irse a la cama. Luego te piden que les leas un cuento (o diez), que les traigas agua, que te quedes con ellos en la cama… A casi todos los niños les cuesta dormir solos.
A veces esto puede ser un fastidio para los adultos, que a veces estamos cansados, no tenemos paciencia, perdemos la calma y pensamos que «lo está haciendo a propósito”. No es cierto. Los neuropsicólogos aseguran que cada vez que un bebé o un niño pequeño llora, tiene una buena razón para hacerlo.
Si nos esforzamos por ponernos en sus zapatos y entender sus motivos, seremos capaces de entender mejor en qué situación se encuentran nuestros hijos y cómo se sienten. Las necesidades emocionales en los niños (y en todos los seres humanos) son tan importantes como las físicas.
Los adultos nos sentimos a salvo en nuestros hogares, sabemos que la noche no es peligrosa y podemos conciliar el sueño sintiéndonos seguros. Sin embargo, pasar a dormir solo es un proceso muy duro para un niño pequeño.
Nos han metido en la cabeza que «tienen que dormir solos» porque si no les vamos a hacer dependientes, miedosos e inseguros, pero no hay evidencia científica que confirme esto. Hasta hace pocas décadas, las familias compartían dormitorio durante muchos años y, de hecho, en muchas culturas se sigue practicando el colecho y lo que se ve mal es, precisamente, dejar a un bebé durmiendo solo.
Los bebés y niños pequeños son dependientes para todo (comer, bañarse, caminar, vestirse…), también para dormir. Es necesario prestar atención a su proceso madurativo y no forzar sus ritmos. Del mismo modo que no se puede intentar que un niño camine con seis meses, no podemos pretender sacarlo de la habitación, dejarle solo y que lo lleve fenomenal. A los niños les cuesta, y a algunos más que a otros, porque no hay dos niños iguales.
En general, a los seres humanos no nos gusta sentirnos solos. Y el niño necesita sentir que sus padres van a estar ahí en cualquier momento. Es la teoría del apego de la que ya hemos hablado con anterioridad en el blog: el apego seguro hace que el niño tenga confianza y seguridad.
Cuanto más rápida, constante y fiable sea la respuesta de la madre (o quien desempeña el papel de figura de apego) en el cuidado del niño, mayor confianza y seguridad psicológica desarrollará el niño en sí mismo a lo largo de su vida. Se ha demostrado que los niños que han desarrollado un apego seguro, no solo tienen más confianza en sí mismos y una mejor autoestima, sino que también se muestran más solidarios y empáticos, y establecen vínculos afectivos más seguros con otras personas en su edad adulta.
Cómo podemos ayudarles a dormir solos
Es mucho más sencillo que los peques duerman solos si mantenemos unos buenos hábitos de sueño: baño, masaje, pijama, cena, cuento, etc. Las rutinas son primordiales para los peques, ya que les aportan estabilidad, confianza y seguridad.
Lo primero y más importante a tener en cuenta a la hora de trasladarles a una habitación propia, es tener claro que debemos acompañarles en la primera fase de la rutina de sueño (está comprobado que la lectura antes de dormir, favorece el sueño y el vínculo familiar) para hacer que se sientan tranquilos y acompañados.
Las primeras semanas es muy probable que tengamos que meternos con ellos en su cama o sentarnos a su lado y quedarnos un ratito hasta que terminan de dormirse. Mecerá la pena el esfuerzo porque, poco a poco, se irán acostumbrando a la nueva rutina paulatinamente.
Cuando ya estén acostumbrados, podemos probar a levantarnos y decirles que estaremos ahí al lado, que tranquilo, y salir de la habitación. Si vemos que el peque se altera mucho, es que tenemos que tener más paciencia y no forzar sus ritmos.
También debemos seguir atendiéndoles cuando lloren o nos llamen. Si el niño siente que se atienden sus necesidades, le será más sencillo quedarse a solas y dormir tranquilo, sintiéndose seguro y con buena autoestima y confianza en sí mismo.
Una vez el niño se haya hecho a que no te sientes en su cama y a que salgamos de la habitación, se irá a la cama cada vez más confiado hasta que se acostumbre a dormir solo. Si en algún momento nos pide volver al paso anterior, debemos a hacerlo y vuelta a empezar. ¡No pasa nada! Puede que nuestro cachorro necesite más tiempo, y hay que entenderlo.
El miedo a la oscuridad
El miedo a la oscuridad es uno de los mayores hitos a los que se enfrentan los niños pequeños que están empezando a dormir solos. De noche, las sombras hacen dibujos extraños en las paredes, los pasillos son larguísimos y las puertas cerradas generan sensación de soledad.
Debemos procurar entender todo esto desde los ojos de un niño y comprender cómo se sienten para poder ayudarles. El miedo a la oscuridad es de los más típicos de la infancia. Por la noche ocurren cosas misteriosas. Si abrimos los ojos no vemos nada y no sabemos qué nos rodea.
Eso nos hace sentir intranquilos. La oscuridad también es incómoda para los adultos, pero para los niños puede ser motivo de auténtico terror. El temor a la oscuridad suele llegar a los tres años y se mantiene hasta los ocho (más o menos). Es el momento en el que el niño empieza a tener un verdadero pensamiento propio y desarrolla la imaginación.
Con el desarrollo de la imaginación vienen los temores. El niño se pregunta qué hay en la oscuridad, qué ha sido ese ruido o qué se oculta en las sombras, debajo de la cama o en el armario. Con la oscuridad, la silueta de los objetos cobra otro significado y se ven formas extrañas y amenazantes. Además, los niños asocian oscuridad a desamparo y soledad.
Para ayudarles a combatirlo, lo mejor es optar por una iluminación tenue que no perturbe su descanso, pero le permita observar su alrededor si se despierta en mitad de la noche. Las luces automáticas que se encienden solas cuando detectan movimiento son muy útiles cuando los niños se levantan de la cama en mitad de la noche, si se colocan en cuartos de baño y pasillos.
En la habitación infantil, lo mejor es dejar una luz encendida. Esta ha de ser muy suave, ya que a oscuras el sueño es más profundo y reparador (la luz estimula el sueño ligero y el descanso es menor). Las luces quitamiedos son un buen recurso durante la infancia ya que, como su propio nombre indica, están específicamente diseñadas para estas situaciones.
En cualquier caso, lo que nunca debemos hacer es obligar o forzar a un niño pequeño a hacer algo para lo que aún no se siente preparado. Debemos ser comprensivos y empáticos, y armarnos de simpatía, comprensión y paciencia para acompañarles hasta que alcancen este nuevo hito de su proceso madurativo y sean capaces de dormir solos.
Si quieres más información o necesitas asesoramiento profesional, en la Tribu CSC puedes consultar online a nuestro equipo de expertos/as en salud materno-infantil y crianza respetuosa. Entre ellos/as se encuentra la psicóloga y especialista en sueño infantil, Rafi López.
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