Muchas personas sienten pánico ante la idea de tener que ponerse una inyección o sacarse sangre. A esto se le llama tripanofobia, que significa, literalmente, miedo a las agujas. Para algunas personas, es tan aterrador que donar sangre o incluso vacunarse es casi inimaginable. Pero ¿qué hacemos cuando esto le sucede a un niño pequeño? Las visitas al centro de salud o cumplir con su calendario de vacunación puede convertirse en toda una auténtica pesadilla…
“La mayoría de los niños tienen miedo a las agujas. Aproximadamente entre el 20 y el 50% de los adolescentes tienen miedo a las agujas y entre el 20 y el 30% de los adultos jóvenes”, manifiesta el Dr. Ralph Hayley, médico de medicina familiar de OSF Medical Group.
Por lo general, este temor disminuye a medida que vamos madurando, pero en ocasiones sucede todo lo contrario y se transforma en una auténtica fobia.
¿Qué es la tripanofobia?
La tripanofobia se confunde a menudo con la belonefobia (miedo extremo, incontrolable e irracional hacia todo tipo de objetos punzantes o cortantes que puedan causar heridas con sangre). Sin embargo, la tripanofobia es una fobia mucho más específica, relacionada con el temor extremo a un instrumento muy específico y concreto: las agujas.
Esta fobia puede ser un serio obstáculo para cuidar de nuestra salud, sobre todo en las personas que dependen de un tratamiento con perfusión o de inyecciones o análisis de sangre frecuentes. En el caso de los peques, puede llegar a dificultar mucho su vacunación o el tratamiento de enfermedades cuando precisan ser inyectados.
“Una fobia relacionada con las agujas es bastante problemática, ya que puede que una persona evite el tratamiento médico y los cuidados preventivos debido a las preocupaciones relacionadas con las agujas que se utilizan para poner inyecciones o sacar sangre para los análisis de laboratorio», según el Dr. Hayley.
Síntomas de la fobia a las agujas
Para distinguir esta fobia del temor infantil (natural y lógico) a las agujas, debemos observar en el peque los siguientes síntomas de tripanofobia:
- Sensación de desmayo o desmayo al ver o pensar en agujas.
- Aumento de la frecuencia cardíaca o de la presión arterial.
- Dificultad respiratoria (como consecuencia de la ansiedad).
- Temblores.
- Boca seca.
- Náuseas.
- Ataque de pánico.
Si vuestro peque tiene problemas de este tipo, que no desaparecen con la edad, sino que se van acentuando; lo mejor es que consultéis a un terapeuta acerca de la mejor manera de abordarlo para que esto no perjudique a su salud emocional ni interfiera en el cuidado de su salud física. En la Tribu CSC podéis consultar online a nuestro equipo de profesionales durante un mes gratis.
Causas de la tripanofobia
Algunas personas adultas con tripanofobia refieren haber quedado «traumatizadas» con los pinchazos con agujas cuando eran niños. En estos casos, probablemente el miedo a las agujas se desarrolló temprano (incluso puede remontarse a cuando eran bebés) debido a malas experiencias con las vacunas infantiles de rutina. Ver a otra persona sufriendo un pinchazo doloroso también contribuye con la fobia en la edad infantil.
Por otra parte, las personas con las venas pequeñas (condición que hace que sea difícil pinchar y puede hacer que las inyecciones sean dolorosas y las experiencias más negativas) son más propensas a desarrollar miedo a las agujas.
También hay cierta evidencia de que el miedo a las agujas podría ser heredado (como muchas otras fobias) e incluso se ha sugerido que existe cierta predisposición genética. Al fin y al cabo, querer proteger el cuerpo de pinchazos es una reacción completamente normal en el ser humano.
¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a superar la tripanofobia?
¿Qué hacer si un niño tiene miedo a las agujas? ¿Cómo hacer para que no tenga miedo a las inyecciones? Estos son algunos consejos para ayudar a superar la tripanofobia a nuestros hijos e hijas y que las visitas al médico no se conviertan en un problema:
No dejarles solos y acompañarles en todo momento
Es un derecho de los menores que se recoge dentro de los derechos del Niño Hospitalizado: los menores tienen derecho a estar acompañados en todo momento del progenitor o persona a su cargo en ese momento. Nuestra especialista en psicología infantil, Elena Mesonero, añade: «Tenerles cogidos si son pequeños o darles la mano si son más mayores, puede ayudarles a calmarse y sentirse seguros».
Informar al profesional sanitario
Comunicar la ansiedad o el miedo a las agujas de nuestro peque a la persona que le administra la vacuna o le extrae sangre, favorece que esta ponga especial empeño en ayudar a distraerlo y calmarlo.
Poner en marcha técnicas de evasión
Apretar una pelota antiestrés o proponerles mirar hacia otro lado mientras les pinchan y centrar la atención en otro punto (por ejemplo, en un póster, un cártel o un cuadro) son técnicas simples para lidiar con la tripanofobia leve. Incluso podemos sugerirles ver un vídeo en el teléfono móvil o escuchar música con auriculares para centrarse en melodías o canciones, en lugar de en el pinchazo.
La clave es restarle importancia a la anticipación y el hecho de que la aguja perfora la piel. También podemos entrenar con ellos desde pequeños la imaginación, animándoles a pensar que están en su lugar favorito, como el parque, o en un sitio bonito, como una playa soleada.
Validar sus emociones y reforzar su autoestima
Las fobias hacen a las personas que las sufren sentirse inseguras, por eso es importante validar las emociones de nuestros hijos e hijas (en este caso, el miedo) evitando frases del tipo «no llores, que pareces un bebé» o «no sabía yo que fueras tan miedica». En su lugar, podemos explicarles que tenerle miedo a las agujas no significa ser débil.
Por ejemplo, Sonny Liston, el campeón de boxeo de peso pesado, y Jackie Chan, héroe de las películas de artes marciales y de acción, sufrían de tripanofobia. También la sufren Alice Cooper, el cantante de rock, y Harry Styles, el vocalista de One Direction; y otros famosos artistas como Selena Gomez (que, curiosamente, adora los tatuajes).
Es importante decirles a los peques que su temor es muy común y que no están solos. Validar sus miedos o preocupaciones puede ser terapéutico para ellos y, de hecho, ayuda mucho a calmarles.
En los casos más graves, en los que el miedo puede desembocar en ansiedad, podemos ayudar a los peques a practicar técnicas de respiración, indicándoles cómo concentrarse en inhalar lentamente por la nariz y exhalar por la boca, repitiendo la secuencia varias veces seguidas antes del pinchazo y durante el mismo.
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