Es posible que al leer el título os sintáis ligeramente confundidos. ¿Pero este hombre no es el que lleva unos días invitándonos al seminario de la Guía Montessori Miriam Escacena? ¿No dice en su Facebook…

Los miedos forman parte de nuestra estructura emocional y son tan necesarios que gracias a ellos hemos sobrevivido hasta hoy. Todos los seres humanos, sin excepción, hemos sentido y convivido con diferentes miedos, unos más racionales y otros más irracionales. Pero ¿qué hacer cuándo nuestros hijos tienen miedo?
Los miedos infantiles
El miedo es algo que tarde o temprano suele aparecer en todos los niños y niñas. Es una reacción fisiológica diseñada para evitar situaciones de peligro, inmediato o próximo. Es posible que tu hijo haya expresado miedo en situaciones cotidianas como irse a dormir, quedarse a oscuras, un perro que se acerca, ir a la escuela, etc.
Los miedos en los niños son evolutivos, es decir: van cambiando según su edad y, normalmente, no tienen miedo a las mismas cosas a medida que crecen. La clave está en acompañarlos y superarlos, cada uno en su momento. Debemos evitar que se queden estancados y que acumulen miedos a lo largo de su crecimiento.
¿Qué tipos de miedos son más comunes?
A los 6 meses los niños y niñas suelen tener miedo a los extraños. ¿No os ha pasado nunca que vuestro hijo, antes de los 6 meses, podía estar en brazos de cualquiera casi sin inmutarse y llega un momento, al cumplir los 6, que se ponen a llorar inmediatamente si sienten que esos brazos no son de mamá o papá?
A los 2 años es posible que desarrollen el miedo a quedarse solos. Es probable que notes que al peque le cuesta más separarse de ti cuando te vas a trabajar.
Entre los 2 y los 6 años los peques empiezan a desarrollar miedos más abstractos e imaginarios como los monstruos, fantasmas, brujas, etc. También es posible que aparezca el miedo a los animales, como los perros o gatos.
Hacia los 7 y 12 años empiezan a tener miedos más relacionados con la realidad: los accidentes, robos, daños físicos, a no relacionarse con los otros, etc.
¿Qué hago si tienen miedo?
Como ya sabemos que los miedos son algo común, lo primero de todo será no asustarnos ni ponernos nerviosos. Una vez superada la angustia que nos produce ver a nuestro hijo sufrir, podemos aplicar algunos de estos consejos:
- No le quites importancia a su miedo. Para él es tan real como lo que le rodea en su habitación. Es posible que tu mente adulta reaccione ante su miedo diciendo: «Cariño, pero si los monstruos no existen»… ERROR, ERROR, ERROR.
- Valida su emoción. Una vez que sabe que estás a su lado y le vas a acompañar, se relajará. Ahora siente que el adulto que le acompaña, entiende su miedo y podrá ayudarle.
- Pregúntale qué es lo que le produce ese miedo. Si el miedo es a los monstruos, puedes preguntarle qué es lo que le da miedo de ese monstruo. Deja que sea él quien lo exprese. Seguramente te dirá que le dan miedo sus dientes, sus uñas, sus ojos…
- Acompáñale a transformar esa visión. Una vez sepas qué es lo que le produce miedo, podéis transformarlo juntos. Por ejemplo, si le dan miedo sus uñas quizá puedes decirle: «¿Tú crees que le gustaría pintarse las uñas multicolor? Yo creo que a ese monstruito le encantaría!»
- Darles forma. Dibujad su miedo para que deje de ser algo tan abstracto. Hace unos años yo viví una situación parecida con mi hija. Ella tenía 4 años y le daba terror un monstruo en particular. Seguí todos los pasos que os acabo de comentar y acabamos dibujándolo. Como sabía que en ese momento lo que más le gustaba era pintar con purpurina, la invité a que dibujara el pelo y las uñas con brilli-brilli. Al final acabamos poniéndole pelos de plastilina, labios multicolores… y nos reímos a tope.
- Busca cuentos que hablen de monstruos, lobos o brujas buenas. Actualmente en la literatura infantil podemos encontrar maravillas que nos ayudan muchísimo a los padres en la educación. Nosotras elegimos «El monstruo Rosa» para mostrarle que no todos los monstruos son malos, que tienen su corazoncito y que a lo mejor ese monstruo que se le aparecía a ella en su cabeza lo que necesitaba era un poco de amor.
Después de esto, el miedo a los monstruos pasó y aparecieron los lobos. Su miedo cambió pero nuestra actitud fue la misma: hablar con ella y validar su emoción. En este caso optamos por mostrarle cómo eran los lobos y cuál era su realidad. Le enseñamos lobas dando de mamar a sus cachorros, le explicamos que esos animalitos hacían muchas cosas buenas… Finalmente le gustaron tanto que ahora, cuando se acuerda de ellos, pide ir a verlos.

En definitiva, acompañarles en el descubrimiento de las emociones siempre es el mejor camino.
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