Un día en la vida de un peque con un trastorno del procesamiento sensorial

Cuando las actividades cotidianas generan un importante malestar, hay que buscar la ayuda necesaria en terapia ocupacional

Este post se publicó originalmente el 21/06/2024 y ha sido actualizado en fecha 03/10/2024

De manera relativamente frecuente, nos encontramos con peques a los que participar en todas o muchas de las actividades cotidianas les supone todo un desafío, y es que el día a día de un niño con trastorno del procesamiento sensorial puede llegar a ser muy complicado.

¿Qué es el trastorno del procesamiento sensorial?

Cuando un bebé nace, pasa del útero de su mamá, donde ha estado creciendo y desarrollándose en un entorno en el que todas las sensaciones han llegado amortiguadas: no ha tenido hambre, sueño, sed, no han llegado sonidos que le sobresaltaran, tampoco ha sentido frío o dolor; a enfrentarse a un mundo lleno de estímulos sensoriales, un auténtico bombardeo sensorial.

La fuerza de la gravedad afecta a su cuerpo y su postura, cada poco tiempo siente una tormenta de hambre que le hace llorar, la luz le despierta, los sonidos le sobresaltan, siente la humedad en su piel cuando se moja, pero también recibe el calor del cuerpo de mamá y papá cuando lo acogen en su pecho o el movimiento que le calma cuando le acunan.

 

Un día en la vida de un peque con un trastorno del procesamiento sensorial

 

Poco a poco, este bebé va a ser capaz de ir integrando toda esta información sensorial que le rodea, registrará y atenderá la que es relevante mientras que no prestará atención a aquella que no lo es, y podrá ser capaz de organizarla para dar respuestas ajustadas a las diferentes situaciones del día a día que le rodean.

Todo este proceso se llama procesamiento sensorial, y cuando ocurre de manera óptima, cosa que suele pasar de forma automática durante el desarrollo, permite que nuestros pequeños disfruten explorando el espacio con su cuerpo y se muevan por todos lados, quieran subirse en los columpios del parque, les encante mancharse al explorar con sus manos pinturas, barro o la comida, disfruten comiendo diferentes alimentos, les guste la música, etc.

No obstante, esto no siempre es tan fácil y, de manera relativamente frecuente, nos encontramos con peques a los que participar en todas estas actividades cotidianas les supone un auténtico reto y el día a día puede llegar a ser muy complicado. Vamos a ponernos en los zapatos de un peque con una disfunción del procesamiento sensorial, imaginando cómo podría ser un día cualquiera para él y su familia:

Un día en la vida de un niño con trastorno sensorial

 

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Mamá me está llamando, hoy toca ir al cole pero no me puedo levantar… 5 minutos más… ¡Otra vez se ha hecho tarde! Hay que correr o no llegaremos a tiempo. No quiero ponerme esos calcetines que me aprietan todos los dedos, la camiseta me pica. Mamá, no le has quitado la etiqueta, ¡no me la puedo poner! ¡No quiero! ¿Dónde están mis zapatillas? No quiero ponerme las nuevas, me hacen daño. ¡¡Dame las viejas!!

No me gusta lavarme la cara, la toalla pica. Y me duele el pelo cuando lo peinas. Déjame ya…

En el cole, me pongo muy nervioso en la fila, todos empujan y me aprietan.

Hoy toca manualidades. Odio pintar y utilizar pegamento… me mancho los dedos y no lo soporto. Además, no me sale bien el trabajo, no soy capaz de apretar lo que hace falta y acabo espachurrando el trabajo. De verdad que lo intento, pero es muy frustrante. Siempre soy el peor

El recreo o la clase de gimnasia también me resultan tremendamente estresantes… muchas veces no se lo que tengo que hacer, no consigo saltar como el resto y siempre que nos proponen juegos de pelota, es difícil que la atrape o le de una patada. Yo prefiero correr a mi aire.

Y bueno, el comedor, eso sí que es una auténtica tortura. Tantísimo ruido, todo el mundo hablando fuerte o gritando, cubiertos que se caen, las bandejas metálicas entrechocando… y la comida… que asco. De verdad que es que no puedo. La mitad de los días no puedo probar casi nada.

Cuando mamá me recoge por la tarde estoy tan alterado, que siempre acabamos enfadados y yo llorando o gritando.

Esta tarde tengo que cortarme las uñas, papá me ha avisado esta mañana, ya no podemos dejarlo más, y solo de pensarlo tengo taquicardia. Es que me duele, ¡en serio! Se que terminaremos enfadados, porque rara vez conseguimos acabar con todas las uñas el mismo día.

Cuando estoy tan alterado, no soy capaz de ponerme a leer, jugar un rato y mucho menos hacer los deberes. Es imposible que pueda parar quieto y prestar atención a nadanecesito que me ayuden a encontrar la forma de calmarme.

A veces necesito tener todo ordenado de manera muy concreta, sin que nada esté fuere de lugar, otras justo al contrario, tengo que lanzar cosas, correr o gritar. Otras veces solo necesito un abrazo bien apretado y respirar, que no me pidan hacer nada más.”

 

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Ir a la peluquería, a una visita médica, lavarse el pelo, estrenar zapatos, cambiar la ropa de invierno por la de verano, tolerar múltiples alimentos (especialmente frutas y verduras), concentrarse en un ambiente ruidoso, o no tener miedo o sentirse estresado en espacios con música, son actividades cotidianas que para las niñas y los niños con una disfunción del procesamiento sensorial y sus familias suponen un auténtico reto.

Cuando hay tantas cosas alrededor y tantas actividades en el día a día que generan malestar a nuestro pequeño, lo habitual es que los días sean complicados y agotadores, llenos de rabietas, de “noes”, de negociaciones y de enfados.

Si esto aparece en otros entornos, como es habitual que ocurra, como el cole y espacios sociales -actividades extraescolares, cumpleaños, el parque-, imaginaros lo que puede suponer para el niño o la niña. Entender que estas conductas que observamos no son un capricho, un desafío o una llamada de atención, si no que realmente le generan un importante malestar, es clave para poder acompañar al pequeño y buscar la ayuda necesaria.

¿Cómo diagnosticar trastorno de procesamiento sensorial?

 

Un día en la vida de un peque con un trastorno del procesamiento sensorial

 

Un terapeuta ocupacional formado en Integración Sensorial sería, en este caso, el profesional más indicado para valorar qué es lo que puede estar pasando y cómo ayudaros. Seguramente os proponga hacer un perfil sensorial del peque, os entreviste, solicite videos u os cite en consulta y, tras analizar todos esos datos, pueda proponeros un plan de acción, estrategias y adaptaciones de las diferentes actividades cotidianas, para que el día a día os resulte un poco más fácil.

Si quieres más información o necesitas asesoramiento profesional, en la Tribu CSC puedes consultarme a mí y contar con la ayuda de nuestro equipo de expertos en salud materno-infantil y crianza respetuosa.

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3 octubre, 2024

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