La maternidad también se trunca. Tener un hijo es lo mejor que nos puede regalar la vida. Es felicidad, es conocer el amor más sincero, puro, el de verdad. Pero la realidad es que también…
Hay multitud de situaciones en el día a día en las que madres y padres podemos sentir la tentación de mentir a nuestros hijos e hijas o prometerles que haremos algo más adelante aunque no tengamos absolutamente ninguna intención de hacerlo.
A veces porque vamos con prisas y no podemos pararnos a dar explicaciones, a veces porque es más cómodo para evitarnos una rabieta y no hacer frente a una situación difícil, a veces porque pensamos que así salimos del paso y que después se les olvidará… terminamos diciendo cosas como “sí, después vamos al parque” o “sí, mañana te lo compro” aunque tengamos claro que eso no va a suceder.
Pero, ¿qué pasa si no cumples una promesa a tu hijo? ¿Cómo afecta a los niños cuando un padre no cumple sus promesas?
Qué pasa cuando los padres no cumplen sus promesas
La recomendación que hacemos desde Criar con Sentido Común es que no prometas a tu hijo algo que no vas a cumplir. Puede que a corto plazo pueda resultar cómodo para evitar alguna situación incómoda pero, ¿a qué precio?
Cuando incumplimos nuestras promesas, nuestros hijos y nuestras hijas se dan cuenta de que les hemos engañado y eso tiene efectos inmediatos y consecuencias a medio y largo plazo.
A corto plazo, cuando se dan cuenta de que no tenemos intención de cumplir lo prometido se sienten tristes y enfadados. La frustración de no haber conseguido aquello que esperaban conseguir ocupa la atención en un primer momento.
Pero, a poco que reflexionen y maduren lo que ha sucedido, la frustración va a dar paso a un sentimiento de decepción con respecto a nosotros y se van a sentir defraudados y traicionadas. Con el correspondiente malestar y resentimiento hacia nosotros.
Si ha sido algo puntual podemos abordar la situación, ofrecer explicaciones y tratar de reparar nuestro error; pero si es algo que sucede de manera sistemática o habitual, a medio/largo plazo van a llegar a la conclusión de que no se puede confiar en nuestra palabra, con el consecuente perjuicio para nuestra relación en muchos sentidos.
Dejamos de ser personas confiables con todo lo que eso implica con respecto a nuestra credibilidad y eso también afecta a nuestro papel como figuras de autoridad.
Además, la conexión se resiente porque es difícil sentirse conectado con alguien en quien no puedes confiar cuando también tienes la sensación de que no te tiene en cuenta y no le importa incumplir sus promesas una y otra vez.
Tampoco debemos olvidarnos de que somos su referente y de que el ejemplo que les damos tiene mucha más influencia en su desarrollo que nuestras palabras. Si queremos que nuestras hijas e hijos entiendan que es importante cumplir las promesas y los compromisos que adquirimos, si no queremos que nos mientan, incumplir nuestras promesas va a ser absolutamente contraproducente para conseguir nuestro objetivo.
Por el contrario, cuando cuidamos este aspecto y nos aseguramos de prometerles solo aquello que tenemos intención de cumplir, les estamos ofreciendo el mejor ejemplo para que se conviertan en personas honestas y comprometidas que establecen relaciones de confianza con las personas con las que conviven.
¿Y si no podemos cumplir lo prometido?
Lo ideal es que entendamos que no debemos incumplir nuestras promesas para con nuestras hijas e hijos de manera habitual ni de forma consciente. Pero, en ocasiones, pueden surgir imprevistos que nos lleven a tener que modificar los planes y que tengan como consecuencia que no podamos cumplir lo que habíamos acordado o prometido.
En estas ocasiones, sin hacernos la trampa de utilizar excusas para incumplir de forma frecuente, podemos explicar la situación a nuestros hijos y a nuestras hijas, del mismo modo que haríamos con otra persona adulta. También podemos pedirles disculpas por el malestar que esta situación les genera y acordar otro momento en el que cumpliremos la promesa que en esta ocasión, por las circunstancias, no hemos podido concretar.
Cuando se produzca alguna situación de este tipo tampoco debemos torturarnos ni dramatizar. Estos casos excepcionales forman parte de la normalidad del día a día y van a contribuir a que aprendan a convivir con la flexibilidad, incluso a trabajar la empatía.
Lo importante es que entendamos la importancia de cumplir las promesas que hacemos a nuestros hijos y a nuestras hijas para poder construir una relación de confianza mutua, aunque a corto plazo, nos resulte más incómodo lidiar con una rabieta en plena calle que utilizar una mentira para evitarla.
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