La maternidad también se trunca. Tener un hijo es lo mejor que nos puede regalar la vida. Es felicidad, es conocer el amor más sincero, puro, el de verdad. Pero la realidad es que también…
Los hijos nos colocan en el camino de la incertidumbre. Desde que nacen dudamos a diario si lo estaremos haciendo bien. Muchas veces confiamos poco o nada en nosotros mismos. Sin embargo, a cambio ellos nos regalan la capa de superhéroe desde el minuto uno. Pregunta a tu hijo de dos años quiénes son los más listos, valientes, fuertes, inteligentes… La respuesta, casi al cien por cien, será mamá y papá. Quizás, por ese miedo a defraudarles, a veces cuesta mucho decir a tu hijo «No lo sé».
Nuestros hijos e hijas nos admiran y está bien que sea así porque les hace sentirse seguros, confiados y arropados propiciando las bases de un apego seguro.
Después crecen y comienzan a hacer preguntas. Unas veces hacen preguntas sencillas, otras preguntas de los niños son incómodas y otras, simplemente, hacen preguntas que no sabemos responder. Puede incluso que tu peque pase por una etapa en la que la mayoría de las conversaciones pasen por una lista interminable de porqués.
Ya hemos hablado en otras ocasiones en la Tribu CSC que los niños son curiosos por naturaleza. Observan el mundo que les rodea, experimentan, prueban y plantean hipótesis. Y, cuando no encuentran la respuesta a sus dudas, preguntan a sus adultos de referencia.
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Así, llega el día en que hacen esa primera pregunta que no sabes responder (o al menos no sabes dar una respuesta precisa o adecuada a la edad): ¿Por qué la nieve es blanca? ¿Cuántos años vive un oso panda? ¿Quién inventó los columpios? Y, de repente, te ves intentando pensar lo más rápido que puedes para dar una respuesta válida y no decepcionar a quién te ha encumbrado al olimpo de los dioses de la sabiduría.
Decir a tu hijo «No lo sé» es regalarle aprendizaje, respeto y confianza
¿Qué opciones tienes? Teniendo en cuenta que no sabes la respuesta, solo hay dos opciones: inventarla o decir que no sabes. Por supuesto, la opción “no preguntes tonterías” ni la contemplamos.
Como ya habrás imaginado, la opción de inventar la respuesta no parece la más adecuada. Quizá te haga parecer omnisciente, pero tú y yo sabemos que, en algún momento (la curiosidad de los niños no tiene límite), no podrás sostenerlo. Por tanto, la opción válida es decir que no lo sabes.
Puedes pensar que admitir que no sabes algo te baja un par de escalones del podio en el que te ha colocado tu hijo. Pero, ¿qué te parece si le damos la vuelta? Lo importante es no quedarse en el no sé puesto que no ayuda a avanzar así que, tras admitir que no sabes algo, debes proponer una solución: «la verdad es que no lo sé, pero podemos buscarlo cuando lleguemos a casa».
Cuando hacemos esto, les estamos regalando varias enseñanzas valiosas:
- La primera es que dudar, no saber e incluso equivocarse son opciones válidas y reales en la vida. Lo único que tenemos que hacer es trabajar para encontrar soluciones. Yo suelo equipararlo a pedir perdón. Hay quien me dice que pedir perdón a los hijos es perder autoridad. Yo digo que es ganar respeto. Con esto me ocurre lo mismo.
- Admitir que no sabemos algo pero que vamos a buscarlo nos permite además compartir aprendizajes con nuestros hijos e hijas, retarles a plantear nuevas preguntas y, en definitiva, fomentar su curiosidad y, de paso, que sean conscientes de que los adultos también somos curiosos.
Qué debes hacer después de decir a tu hijo «No lo sé»
Personalmente, me gusta exprimir cualquier iniciativa de mis hijos así que os dejo algunas ideas que, en algún momento, hemos hecho a partir de sus preguntas:
La hipótesis loca
Después de decirles que no tenemos la respuesta, les proponemos dar una respuesta inventada. Cada uno debe dar la respuesta que considere (si hay varios hermanos es divertido que entren en el juego) y después buscaremos la respuesta y cotejaremos si alguien ha acertado o se ha aproximado más.
La libreta respondona
Se trata de tener una libreta en la que escribir las preguntas que nos surgen con su respuesta. ¿No existen libros de preguntas y respuestas, curiosidades, etc.? Pues nosotros haremos el nuestro. Es una forma fantástica de practicar la escritura y de perpetuar el conocimiento que vamos recopilando.
¿Quién lo sabrá?
Se trata de decir que nosotros no sabemos pero puede que haya alguien que sí. Entonces les preguntamos si creen que hay alguien que pueda saberlo. Si nuestro peque dice, por ejemplo, el abuelo, se le llama para preguntar. Puede que no lo sepa y haya que llamar a otra persona o buscar la información, pero aprenderán que el conocimiento puede ser colectivo y juntos sabemos más.
Preguntas infinitas
Una vez que hemos encontrado la respuesta, debemos hacer cada uno otra pregunta relacionada con el tema. Así aprenderán que siempre se puede aprender algo más de cualquier tema.
En definitiva, no tengáis miedo de decir a vuestros hijos e hijas que no sabéis algo puesto que lo importante es que comprendan que lo fundamental es no dejar de plantearse preguntas para aprender y para crecer. La búsqueda de respuestas siempre es fuente de conocimiento y el conocimiento es la puerta de entrada para ser críticos y libres.
Para terminar, un secreto. Uno de los mantras que repito a mis hijos casi a diario es: tened siempre más preguntas que respuestas.
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