La fiebre en los niños trae de cabeza a muchos padres y madres durante los primeros años de vida. Pero su manejo es más fácil de lo que parece. Descubre todo lo que necesitas saber…
Aunque nos sorprenda el olor corporal infantil puede cambiar y ser fuerte e incluso incómodo. No es lo habitual, pero ocurre por distintos motivos.
Y no hablo de la adolescencia (eso da para otro post) sino de niños más o menos pequeños. Existen incluso anomalías o síndromes que traen como consecuencia mal olor corporal. En la medida de lo posible, podemos ayudarles a que ese olor no se convierta en un problema.
Y es que el olfato es un sentido poderoso. Un olor, un aroma, puede transportarte lejos, hacerte revivir un momento o añorar a una persona. Mi colección de recuerdos está llena de sensaciones de todos los sentidos. Y hay olores potentes y casi salvajes como el del parto; otros que saben a poesía como el de mis hijas siendo bebés. Ese olor dulzón y agradable que han estudiado los científicos.
Pero en la pubertad, por ejemplo, los olores corporales provocados por el baile de hormonas pueden hacer sufrir a los jóvenes y provocar cierta ansiedad y aislamiento social por las burlas de los compañeros.
¿Qué provoca el olor corporal infantil?
El cuerpo humano no huele en sí mismo. Son las secreciones que produce este las que huelen y esas secreciones se producen a partir de diversas glándulas: ecrinas, apocrina y sebáceas. Cuando un recién nacido nace, su piel está recubierta de una capa de grasa conocida como vérnix caseosa que le protege dentro y fuera del útero materno.
Está formada por un 80% de agua, un 10% de grasa y el resto de proteínas. Es una especie de «armadura» que actúa como una defensa natural. Por eso es tan importante retrasar el primer baño del bebé al menos hasta su tercer día de vida.
Esa capita tiene un olor inconfundible que luego se irá transformando a un aroma placentero (¡y hasta adictivo!) con los baños y las propias secreciones de la piel del bebé. Hay distintos estudios científicos que han analizado precisamente ese poder hipnótico del olor corporal infantil.
En el caso de los recién nacidos, se suele relacionar con una cuestión evolutiva, para que su madre sepa reconocerlo y lo proteja. En 2013, un estudio de la Universidad de Québec analizó las reacciones de 30 mujeres ante el olor de bebés recién nacidos. Y en todas, fueran madres o no, provocaba la activación de las áreas del cerebro relacionadas con las recompensas.
A partir del año, aproximadamente, el olor corporal de los niños se va mezclando más y más con el entorno gracias a sus nuevas habilidades. Se desplazan por el suelo, se mueven más, aumenta la ingesta de alimentos, etc. Y aparece el sudor más frecuentemente (es cierto que un bebé más pequeño puede sudar, pero no mucho y suele ser por exceso de ropa o por calor). En la adolescencia, ese olor viene aderezado por el desarrollo hormonal provocando olores más fuertes.
¿Por qué aparece el sudor?
El sudor viene producido por las glándulas sudoríparas, que son las encargadas de la transpiración; es decir, del proceso por el que se pierde agua. Sirven para regular el calor corporal mediante la evaporación del sudor. Es, por decirlo de alguna forma, nuestro aire acondicionado natural. A través de ellas, no obstante, también se transpiran otras sustancias como toxinas o restos metabólicos.
Las glándulas sudoríparas pueden ser ecrinas o apocrinas. Las primeras están por todo el cuerpo, evaporan el agua y otras sustancias como sales y metabolismos hidrófilos. Las segundas se concentran en las axilas y los genitales (en la preadolescencia y adolescencia son las que expulsan feromonas y otras hormonas de atracción sexual). A través de esas últimas, se expulsan lípidos que descomponen las bacterias de nuestra flora dérmica. Cuando se impregna en la ropa puede provocar mal olor.
Por otro lado, se encuentran las glándulas sebáceas que se encargan de liberar sebo, y cuyo objetivo principal es proteger la piel de la acción microbiana gracias a su acidez. Además, mantienen la lubricación natural del cabello. El sudor, el sebo y los corneocitos de la piel (células de la epidermis llenas de queratina) forman un equipo para protegernos de agresiones medioambientales.
¿Cómo se produce el mal olor corporal infantil?
En general, la cantidad de sudor que segregamos depende de nuestro cuerpo y de las condiciones ambientales. Hacer ejercicio físico, exponerse a altas temperaturas, el estrés o el miedo. En los niños, el mecanismo que regula la sudoración no está totalmente definido hasta los cuatro o cinco años. Es posible que su temperatura suba mucho con una actividad que en nosotros no tiene el mismo efecto. En verano también aumenta ese nivel de sudor y puede provocar incluso irritaciones en la piel.
Los niños, en general, suelen moverse mucho, sobre todo cuando empiezan a andar. Esa actividad provoca que suden y que la ropa se les pegue al cuerpo. En los pies se localizan 250.000 glándulas sudoríparas. La combinación sudor, falta de transpiración y zapatos cerrados puede ser letal. En general, el mal olor se produce cuando las bacterias que habitan en nuestra piel descomponen el sudor.
Que un niño pequeño sude mucho pero, sobre todo, huela mal, no es lo habitual. Si ese olor es realmente fuerte habría que consultar con el/la pediatra. En la Tribu de Criar con Sentido Común contamos con profesionales que os pueden orientar en este sentido. Existen distintas razones que pueden provocar olores fuertes en la piel. Por ejemplo, la alimentación. El consumo de ajo y cebolla puede ser una causa, por ejemplo, ya que estos generan metabolitos sulfurados.
Puede haber otras razones como la pubertad precoz, un desarrollo hormonal acelerado que se puede producir en las niñas antes de los ocho años y los niños antes de los nueve. Paralelamente, se puede dar un fenómeno que se conoce como adrenarquia prematura que, según recoge la Asociación Española de Pediatría, es «la aparición de vello púbico, vello axilar u olor corporal» en niños de la franja de edad citados y que es independiente de la pubertad.
Por otro lado, existen patologías o anomalías que también se relacionan con el mal olor. Es el caso, por ejemplo, de la trimetilaminuria o síndrome del olor a pescado que es un trastorno raro del metabolismo, que provoca que el sudor, el aliento o la orina tengan un fuerte olor a pescado. Los niños con diabetes también pueden desprender olor, puesto que su metabolismo tiene dificultades para descomponer el azúcar de los carbohidratos.
La hiperhidrosis y la bromhidrosis
La hiperhidrosis es un trastorno que provoca hiperactividad de las glándulas sudoríparas. Es decir, que los niños (o cualquier persona) suden mucho. Puede ser que este exceso de sudor solo se localice en algunos puntos, como las axilas o los pies; y otros casos donde sea más generalizado.
También hay casos que se producen por la noche y que pueden estar relacionados con trastornos del sueño u otros problemas. No se conoce muy bien la causa, pero parece que tiene cierto componente hereditario.
Por otro lado, existe la bromhidrosis, que sería la causante del mal olor. En este caso puede haber exceso de sudoración o una concentración más alta de bacterias en los poros de la piel que oxidan los lípidos del sudor y producen un olor desagradable. Normalmente se produce durante la preadolescencia y la adolescencia, aunque también se puede presentar antes.
En cualquiera de los dos casos, es recomendable consultar con la/el pediatra para descartar problemas hormonales o de otro tipo. Además, el mal olor puede provocar problemas en las relaciones sociales, porque las personas que lo sufren pueden sufrir baja autoestima o vergüenza e, incluso, pueden ser objeto de acoso escolar.
Recomendaciones para controlar el olor corporal
La higiene frecuente es una de las primeras recomendaciones para tratar el olor corporal infantil. Es cierto que a los bebés pequeñitos no hay que bañarlos tan frecuentemente, aunque también es poco habitual que estos sufran de un olor corporal fuerte.
A partir del año sí se puede aumentar la frecuencia. Si nuestro hijo o hija suda mucho pero es pequeño, podemos usar solo agua o productos de higiene poco agresivos e inodoros, fabricados especialmente para ellos. En el caso de los adolescentes, si son casos más extremos, se les puede animar a ducharse hasta dos veces al día.
También es recomendable el cambio de ropa frecuente (por ejemplo, calcetines) y usar tejidos naturales, como algodón o el lino. En cuanto a los zapatos, también habría que huir de materiales sintéticos y que no sean excesivamente cerrados. Lo mismo ocurre en la zona del pañal donde, preferiblemente, es mejor escoger materiales transpirables.
Existen, por otro lado, lociones o desodorantes para tratar el mal olor, pero hay que tomar precauciones. Se debe evitar productos agresivos con la piel de los niños.
Incluso hay medicamentos para controlar el exceso de sudoración, pero estos siempre han de usarse bajo la supervisión del especialista. En el caso de los pies, existen fórmulas magistrales que se suelen «adaptar» a cada caso, según explica Belinda Basilio, podóloga de la Tribu CSC. Ella recomienda «mantener lo más secos posible los pies, usar calzado que transpire bien (porque a veces una suela sintética lo impide) y el uso de calcetines 100% algodón».
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