No voy a negar que me gustan los recuentos de fin de año. Esos en los que te sientas y te dices a ti misma “tenemos que hablar”. Perdí la cuenta de las veces que…
Comienza, una vez más, un nuevo año y, con él, llegan los propósitos familiares para año nuevo. Al llegar al final del año solemos hacer balance de cómo ha sido nuestra vida en los últimos 12 meses: cuáles han sido los mejores momentos, los peores, nuestros logros y nuestros fracasos, qué objetivos hemos conseguido y cuáles se han quedado en el tintero… cómo ha ido dibujando la vida su lienzo durante los últimos 365 días.
Y cada final viene acompañado de un nuevo comienzo. Empieza un año nuevo que afrontamos con incertidumbre. En los últimos años la pandemia ha condicionado nuestras vidas y ha sumado nuevos ingredientes a nuestro día a día. Cada familia y cada persona ha afrontado la situación desde su propia perspectiva, pero si algo hemos aprendido en este tiempo es que los tesoros más valiosos no se pueden comprar. La salud, los abrazos, los besos, el tiempo en familia, poder compartir nuestro tiempo con las personas a quienes queremos…
El hecho de tener que afrontar situaciones adversas y extraordinarias también ha podido sumar tensión y generar conflictos en algunas familias. A nivel individual, cada quien tendrá sus propias metas personales y profesionales. Yo también tengo las mías. Sin embargo, hoy, me gustaría compartir desde este espacio mis propósitos familiares para año nuevo.
Cuando decidimos formar una familia lo hacemos, normalmente, porque nos apetece vivir esa experiencia y disfrutarla. Después, llega la vida con su rutina y su huida hacia delante y nos llena los días de obligaciones y quehaceres que nos enturbian la mirada y nos desenfocan el objetivo.
Las prisas no son buenas amigas de la infancia y el ritmo de vida adulto acostumbra a ser una especie de frenética carrera de obstáculos, por lo que se hace imprescindible encontrar el equilibrio para conseguir armonía en la familia. Así que ahí van, mis…
Propósitos familiares para año nuevo
Me propongo disfrutar de la experiencia de la maternidad. La parte “obligatoria” viene sola: las reuniones del colegio, las citas con la pediatra, cuadrar los horarios de las extraescolares… me propongo asegurarme de pasar tiempo en familia de disfrute. Salir a pasear por el campo, ir a la playa, jugar a juegos de mesa, cocinar juntos, reír a carcajadas cada día.
Me propongo escuchar con amor. Con todos los sentidos puestos en ello. Para escuchar de verdad, más allá de las palabras, cuáles son sus necesidades y las mías. Para ser capaz de leer entre líneas la esencia. Escuchar lo que mi hija y mi hijo me dicen, con sus palabras y sus actos, no para contestarles, sino para comprender. Sin más pretensiones que esa. La comprensión.
Me propongo usar el freno de emergencia. Para evitar decir palabras que hieren cuando mi cerebro está “destapado”. Para retirarme a tiempo y recomponerme antes de perder el control de la situación. Para poder abordar desde la calma las situaciones difíciles, siendo ejemplo y guía.
Me propongo ser justa con las expectativas. No intentar llegar a todo. Porque esa es la mejor manera de acabar frustrada por no llegar a nada y acabar pagando el pato con quienes menos lo merecen. No pretender que se adapten a mi ritmo frenético. No esperar de ellos que sean más que lo que son: niños.
Me propongo cuidarme. No solo porque es imprescindible para cuidar. También porque me lo merezco. Porque estar bien es algo que repercute en sus vidas y en la mía. Porque mis necesidades y mis anhelos también son importantes. Porque una mamá feliz siempre será mejor mamá.
Me propongo enfocarme en nuestras fortalezas. En las suyas y en las mías. Olvidarme de poner el foco en los errores y alumbrar nuestras luces. Brillar. Y acompañar su luz. Sembrar alegría en nuestros días y regar con confianza nuestra relación.
Me propongo centrarme en la búsqueda de soluciones. Ante cualquier conflicto o error, suyo o mío. Desterrar el juicio. A nadie le gusta sentirse juzgado/a. Trabajar en equipo para solventar los retos del día a día.
Me propongo abrazar mis sombras. Mandar a paseo al monstruo negro de la culpa. Olvidarme de intentar ser una madre perfecta y gozar la madre que soy. Consciente y comprometida. Que la comprensión y la compasión no viajen sólo hacia fuera, sino también hacia dentro.
Me propongo pedir perdón cuando me equivoque. Porque tengo la certeza de que lo haré. Los errores forman parte del aprendizaje y a ser mamá se está aprendiendo siempre. Admitir que nos hemos equivocado y disculparnos no nos hace débiles a sus ojos. Nos convierte en personas dignas de confianza.
Me propongo no tomarme la vida tan en serio. Bailar con los días, fluir, aceptar lo que venga y gozarlo, reírme más de mí misma, invitar a la risa a nuestra casa, no irme a la cama enfadada, pensar menos y reír más. Tener presente cada día que la infancia es una etapa fugaz y que, dentro de no demasiados años, echaré de menos este pequeño caos que ahora reina en la casa y me desordena el alma.
Aceptar las piedras que nos depare el camino y construir con ellas puentes que nos ayuden a conectarnos, castillos en el aire de sus risas inocentes. No perder de vista que la meta es disfrutar del camino.
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