Propósitos de Año Nuevo de una madre imperfecta

Nuestros hijos no necesitan madres perfectas. Necesitan madres presentes

No voy a negar que me gustan los recuentos de fin de año. Esos en los que te sientas y te dices a ti misma “tenemos que hablar”. Perdí la cuenta de las veces que me repetí “disfruta el momento que crecen muy rápido” y luego los deberes y las facturas, la prisa y la plancha, me pasaron por encima. Así que hoy es momento de parar, de bajar la velocidad, de mirarme a los ojos y decirme “lo estás haciendo bien”. Igual que tú. Es el momento de hacer una lista de Propósitos de Año Nuevo de una madre imperfecta.

Hoy es el momento de decirme, de decirte, que recuerdes que en este año raro tuvimos el oasis que nos dieron sus besos, las risas y los brincos de quien ve aplaudir en el balcón y no tiene los años de entender el drama.

¿Que en los peores días lo hiciste mal? Yo también. Pero piensa en lo bonito, en lo apasionante de no tener el libro de instrucciones. Piensa que, incluso en el peor de los días, tu punto de partida fue el amor.

 

 

¿Que perdiste la calma, te caíste de sueño y abriste una lata? Yo también. Pero busca la belleza dentro de la imperfección de esas ojeras que a ratos nos delatan. Encuentra la paz y la curiosidad que da mirar el mundo con unos sencillos ojos de niño.

Porque, ¿sabes una cosa? Para ellos no hay nadie que pueda igualarnos. Nadie que les peine tan bien, nadie que lea cuentos con tanta pasión, nadie que les ate los cordones con tanto amor, nadie que explique las cosas tantas veces como necesiten, nadie que abrace tan fuerte y con tanto calor. Nadie.

Así que, coge tu amor propio, ponle guapo y prepárate para bailar que empieza un año nuevo. Un año que ojalá venga sin puertas cerradas ni aplausos de balcón. Un año que nos traiga de vuelta las miradas sin pantalla.

 

 

Pero, antes de que empiece, les debo a mis hijos un puñado de promesas. Si las sientes igual que yo, tuyas son. Allá voy.

Ojalá el 2021 nos traiga los abrazos perdidos. A cambio…

A cambio prometo acompañar mi ira y doblarla en un cajón cuando vea la pared pintada, la comida en el suelo y la casa sin barrer.

Prometo ponerme en tu pupitre y afilar el lápiz cuando las cuentas no salgan bien.

Prometo quererme, cuidarme y respetarme, aunque a días no me siente bien el vaquero, coma chocolate a escondidas o me sorprenda haciendo lo que juré que no haría.

Prometo cuidar mi tribu y dejar que me cuide con los pequeños gestos que suman vida: un café, un “hola ¿qué tal?”, un concierto o una tarde mirando al mar.

 

¿Existe la madre perfecta?

 

Prometo enseñarte que la valía está en las personas y que las cosas solo son cosas y, a menudo, casi siempre, nos sobran.

Prometo decirte te quiero cada noche, aunque ya no haya cuento y la prisa del “mañana hay cole” nos haga terminar el día como si hubiera pasado un huracán.

Prometo ser modelo también en pedir perdón, que donde se pierde autoridad siempre se gana respeto.

Prometo levantarme dando tumbos en medio de la noche al primer “mamá tengo miedo” o abrir mi manta para que te acurruques y encuentres cobijo.

Prometo aparcar el teclado y saltar en los charcos y conquistar territorios en tu barco pirata de cartón.

 

 

Prometo enseñarte palabras bonitas para que digas lo que no te gusta.

Prometo darte alas, ruedas y remos para que, un día, puedas tejer tu camino y recordar que mi puerta siempre estará abierta si necesitas venir a respirar.

Prometo dejarte ser, aunque a mí no me gusten los Pokemon y tú no entiendas por qué veo cómo decoran casas que nunca serán la nuestra.

Prometo ESTAR siempre, con mayúsculas, con esas letras decoradas que ahora llamáis lettering y que yo, si no fuera por ti, no lo sabría.

Y prometo no dejar de aprender, no dejar de querer, no dejar de caminar a tu lado, porque contigo los pasos siempre tienen música.

 

 

¿Y si el 2021 no viene con las puertas abiertas ni los abrazos perdidos? En ese caso…

En ese caso, mantengo lo prometido porque nunca nada dependió tanto y solo de mí como el que sepas que siempre estaré ahí.

Y a ti, madre imperfecta como yo, no te voy a pedir que luches porque en la lucha siempre hay guerra. Te voy a pedir que busques el equilibrio y la calma, que no hay mejores compañeros de viaje. Y que te quieras, que te quieras mucho y bien, que eres bonita con tu cara de recién levantada y tu pierna sin depilar.

Que te quieras porque tienes en tus manos la misión más maravillosa de todas las que te pudieran encomendar: dar luz para que otro pueda brillar.

¡Feliz Año Nuevo!

 

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