No preguntes qué le pasa en plena rabieta

La clave está en observar y conectar con nuestros peques

Las rabietas son uno de los retos que más suele asustar a las familias durante la primera infancia. Los primeros dos años pueden resultar muy intensos por todo lo que implica la etapa de bebé en cuanto a cuidados: la lactancia a demanda, los despertares nocturnos, el porteo o los brazos, la alimentación complementaria, el inicio de la marcha… Es una etapa preciosa que puede resultar físicamente agotadora. 

Entonces, llegan los dos años y, cuando pensábamos que empezaríamos a descansar y que empezábamos a tener la situación bajo control… ¡bomba! Llegan las rabietas. En la Tribu CSC son habituales las consultas sobre este tema. “Pero, ¿qué le ha pasado a mi niño? Era un niño feliz y tranquilo y, de repente, se enfada por cualquier cosa y se tira al suelo llorando como si estuviera poseído”. Bienvenida “adoslescencia”.

A partir de los dos años aproximadamente (ya sabéis que esto de los plazos es siempre orientativo) se produce un cambio evolutivo muy importante. Empiezan a depender menos de nosotras/os: ya caminan con soltura, pueden comer sin ayuda, salen a explorar el mundo como si no hubiera un mañana… y, al mismo tiempo, tantos cambios pueden dar un poco de vértigo y las emociones pueden sobrepasarlos/as con facilidad.

 

No preguntes qué le pasa en plena rabieta

 

Un vaso que no es del color que querían, un “no” a cualquier petición en el supermercado, unos calcetines a los que se les ocurre arrugarse y no quedar perfectamente estirados sobre la pierna… prácticamente cualquier cosa puede desencadenar la tormenta. Ante tal explosión de emociones y, sobre todo, ante nuestro desconocimiento de lo que está sucediendo y por qué, es muy común que solo se nos ocurra preguntar…«pero, ¿qué te pasa?”.

Por qué no debemos preguntar QUÉ TE PASA en plena rabieta

Si tuviera que enumerar una lista de motivos por lo que no es conveniente preguntar “qué te pasa” en plena rabieta, el primero sería el más evidente: porque no lo saben. Las rabietas son expresiones de frustración propias de la infancia que tienen su máximo exponente, normalmente, entre los dos y los cuatro años. Y están relacionadas con el desarrollo cerebral.

Ninguna niña/o de dos años te va a contestar “lo que me pasa es que mi corteza prefrontal aún no está completamente desarrollada y por eso no tengo la capacidad de filtrar la manifestación de mis emociones y, además, tampoco tengo experiencia en la vida por lo que no he tenido oportunidad de enfrentarme a situaciones frustrantes para saber cómo gestionarlas y estoy entrenando ahora”. Así que para aprender cómo y por qué se producen las rabietas tendremos que acudir a otra fuente de información.

 

No preguntes qué le pasa en plena rabieta

 

Además de no saber explicar el mecanismo de una rabieta, es probable que, en realidad, tampoco sepan exactamente cuál es el motivo que la ha desencadenado. En ocasiones, es el cansancio o el hambre, por ejemplo, las circunstancias que predisponen el terreno para que llegue la rabieta. Otras veces, puede que incluso establezcamos dinámicas familiares viciadas en las que entremos continuamente en luchas de poder que propicien las temidas rabietas.

Incluso, aunque exista un motivo claro y concreto; y tengan claro qué es lo que les ha hecho enfadar, en ese preciso momento en el que están “fuera de sí” no tienen la capacidad de pensar con claridad ni mucho menos de expresarlo. Estamos hablando de niños/as con una capacidad de pensamiento y de expresión lingüística sesgada por su edad.

Sigamos con la lista de motivos. Aunque tuvieran la capacidad de una persona adulta, tampoco nosotras/os somos capaces de gestionar bien las situaciones complicadas cuando estamos muy enfadadas/os. De hecho, si actuamos en caliente, solemos decir cosas de las que después nos arrepentimos. Esto tiene que ver también con el funcionamiento de nuestro cerebro, pero de eso hablamos más a fondo en el Curso Online de Disciplina Positiva que tenemos en Criar con Sentido Común.

 

No preguntes qué le pasa en plena rabieta

 

Además, preguntarles sobre lo que les pasa es ahondar aún más en la herida, es como decirle a alguien que está fuera de sí que se tranquilice… la mayoría de las veces lo que conseguimos es echar aún más leña al fuego. En lugar de eso, podemos limitarnos a acompañar y ofrecerles apoyo según lo que veamos que les va mejor en cada momento.

En unas ocasiones, les irá bien que validemos sus emociones. En otros casos, estaremos a tiempo de distraer su atención con alguna otra cosa y “ahorrarnos” la rabieta. A veces, necesitarán que les abracemos y contengamos sus emociones; y otras, no querrán ni siquiera que nos acerquemos, por lo que tendremos que darles su espacio y permanecer cerca por si la situación se descontrola, pero sin acercarnos ni hablar.

 

Aprende a diferentes estrategias para acompañarles de forma respetuosa durante las rabietas para mantener la calma en esas ocasiones en las que ellos pierden el control de la situación y de sus emociones con el Curso Online «Las Rabietas»

 

¿Cómo sabemos cómo actuar en cada momento? No hay instrucciones. No hay un guion que nos indique que si la rabieta es por cansancio funcionará tal cosa, pero si es por frustración funcionará tal otra. La clave, como siempre, es observar y conectar con nuestros peques. Ensayo y error. Y siempre con amor, desde la calma y desde la conexión.

 

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