Si no tuviéramos un problema de conciliación, no tendríamos necesidad de hacernos esta pregunta. Obviamente, si el niño o la niña está malito no debería ir al colegio. A nadie le gusta tener que ir…
Dormir es una actividad vital para el ser humano. Y en el caso de los niños y adolescentes es clave para su desarrollo y bienestar. Tanto es así que con algo tan sencillo como retrasar media hora la entrada en el colegio mejorarían los resultados académicos de los menores. Al menos, así lo ha puesto de manifiesto la experiencia en países como Alemania o Israel. O el proyecto Shastu, de la Unión Europea, en el que ha participado España.
Los resultados académicos, lastrados por la somnolencia y las dificultades para estar despierto en clase
Según un estudio realizado en la Comunidad Valenciana dado a conocer por la Asociación Española de Pediatría (AEP), uno de cada cinco estudiantes acude a clase con signos de somnolencia. Los investigadores analizaron la actividad de más de 600 escolares. El 40% aseguraba tener dificultades para despertarse por las mañanas y el 29% para mantenerse despierto durante las clases. Además, un alto porcentaje de los adolescentes encuestados afirmaba no dormir las ocho horas recomendables.
El coordinador del Grupo de Sueño y Cronobiología de la AEP, Gonzalo Pin, subraya que es importante mantener una «correcta higiene del sueño» para mantener una calidad de vida «óptima». En el caso de los niños en edad escolar, la carencia de sueño puede influir en el rendimiento académico.
“La sociedad en su conjunto ha de dejar de difundir esa creencia de que dormir es una pérdida de tiempo y de que, mientras dormimos, no hacemos nada”.
El sueño infantil, en concreto, es fundamental para el bienestar del niño, el aprendizaje, el rendimiento escolar, la consolidación de la memoria e incluso su crecimiento.
El reloj interno de los niños
El doctor Gonzalo Pin señala que las bases biológicas que relacionan el descanso con el desarrollo conductual y académico de niños y adolescentes se explica por la existencia de un reloj interno. Este está ubicado en la zona del hipotálamo. Está estrechamente vinculado a los marcadores de luz, actividad y otros estímulos externos. Este reloj interno se reinicia cada 24 horas.
“Históricamente hemos utilizado las horas centrales del día, es decir, las de luz más blanca, para desarrollar acciones con mayor carga de actividad; de modo que, a medida que se iba apagando la luz, nuestro cuerpo y mente se iba relajando predisponiendo nuestro organismo para el sueño”, explica el doctor Pin.
Pero el ritmo vital ahora es muy diferente. Los niños entrenan por la tarde y por la noche se exponen a pantallas (luz blanca) y realizan actividades que sugieren a sus cerebros que todavía queda mucho tiempo para irse a dormir.
«Engañamos a nuestro cerebro. Alteramos nuestro reloj interno y esto provoca alteraciones en la conducta y, sobre todo, en el aprendizaje«, concluye el coordinador del Grupo de Sueño y Cronobiología de la AEP.
Es decir, que ese desajuste puede tener consecuencias en los resultados académicos. Pero, incluso si no los exponemos a pantallas, estamos rodeados de luz artificial:
«Las luces artificiales dan una información errónea al cerebro y provocan conflictos circadianos. Interfieran en el sueño infantil porque la experiencia me confirma que cuando hay algún problema, si se quitan las pantallas, se usan luces más anaranjadas y se interviene, las cosas mejoran», indica Rafaela López, una de las profesionales del equipo de Criar con Sentido Común, en este post sobre «Cómo afectan las pantallas al sueño infantil».
Mejorar los resultados académicos retrasando media hora la entrada al colegio
La actividad diaria de nuestros hijos entra en confrontación, pues, con el reloj interno y esto provoca desajustes. Según Gonzalo Pin:
“La cronobiología y la cronopsicología son disciplinas que sitúan el tiempo como una constante biológica, no solo importa el cómo se hacen las cosas, sino cuándo. Hemos aprendido que a primera hora de la mañana nuestra capacidad de aprendizaje es mínima y va en aumento progresivamente hasta las 11 de la mañana que comienza decaer y vuelve a subir tras la comida. De este modo podemos saber que no es lo más sensato poner matemáticas a primera hora o enviar a los niños a hacer actividad física tras la comida que es cuando tienen más capacidad de aprendizaje”.
En países como Estados Unidos (concretamente en California), Israel y Alemania se ha implantado la medida de retrasar media hora el inicio de las clases. Y esto, según los estudios realizados sobre la medida, ha demostrado que los problemas de conducta entre escolares se han reducido a la mitad y eso ha provocado que mejore el rendimiento escolar.
Otro proyecto destacable es el Proyecto Shastu. Se trata de una iniciativa incluida en el programa Erasmus+ de la Unión Europea. En ella participaron durante tres años España, Italia y Turquía. También llegó a la misma conclusión. La iniciativa partía de la base de que si el estudiante dormía mejor, mejoraría su conducta y lograría mejores resultados académicos. Paralelamente, se hizo una selección de asignaturas y horarios en función de los ritmos biológicos. El proyecto implicó no solo a la comunidad educativa, sino también a las familias y alumnos.
“Los resultados muestran una reducción drástica de los problemas para dormirse. Se despertaban menos por las noches y no se levantaban tan cansados, tanto los niños como los adolescentes. Una curiosidad de este estudio es que los alumnos que obtuvieron mejor rendimiento escolar y mejor conducta fueron aquellos que previamente tenían peores calificaciones”, aclara Pin.
La pandemia del Covid-19 y el sueño infantil
La pandemia del Covid-19 también ha traído consecuencias para el sueño infantil. Se ha producido una «desconexión entre los ritmos biológicos internos y los marcadores externos», explican desde la AEP. Según el doctor Gonzalo Pin:
“Se ha demostrado que la COVID–19 ejerce una acción especial en los genes reguladores de nuestro reloj interno provocando alteraciones en el ritmo circadiano”.
Una encuesta realizada a más de 12.952 familias (y citada por la nota de prensa de la AEP) refleja que si antes del confinamiento un 3% de los niños tenía pesadillas, en la pandemia las pesadillas aumentaron al 14%. Y, mientras el 56% de los niños encuestados decía que le gustaba irse a dormir, con la pandemia se redujo al 33%.
“La sensación de inseguridad que tenían les producía una desconexión nada agradable. Para que un niño duerma bien tiene que sentirse seguro y querido. Tiene que tener la certidumbre de que si hay algún problema, su ambiente va a responder. Si padres, tutores, docentes, etc., les trasladamos sensación de ansiedad, no solo no querrá irse a dormir, sino que no querrá irse solo. Un temor que también aumentó durante el confinamiento de un 36% a un 47%”, concluye el doctor Pin.
Existen diversas recomendaciones para ayudar a los niños a dormir bien, pero si aún así es un asunto que te preocupa, en Criar Con Sentido Común podemos ayudarte. Formar parte de la Tribu CSC te dará acceso gratuito a más de 120 cursos de formación, te pondrá en contacto con cientos de familia en tu misma situación y te permitirá consultar con el equipo de profesionales de primer nivel de Criar Con Sentido Común.
Me parece bien retrasar la entrada al cole, pero entonces habría que retrasar también la entrada en los trabajos de l@s m(p)adres