Lanzar al bebé por los aires es un juego habitual. Muy divertido para el bebé y el progenitor lanzador, pero terrorífico para la mayor parte de los espectadores que imaginan al bebé cayendo sin control…
Ceguera, lesiones neurológicas irreversibles o, incluso, la muerte. Estas son las consecuencias del síndrome del bebé sacudido, según informa el hospital Vall d’Hebron de Barcelona en un comunicado. El centro ha activado una alerta a raíz de un pico de casos de este síndrome, que viene provocado por el zarandeo del bebé por parte de los progenitores.
Aumento de casos en el hospital de Vall d’Hebron
En lo que va de año el hospital ha atendido cinco casos. En los últimos 11 años, la media ha sido de dos o tres casos al año. Es decir, sólo en seis meses ya se han duplicado los casos de todo el año completo.
En el historial de 27 casos que el centro tiene detectados, el 78% de afectados fueron niños y el 74% menores de seis meses de edad. Al entrar, la sintomatología de los pacientes era muy grave, exigiendo intervención neuroquirúrgica e ingresando en cuidados intensivos.
El equipo EMMA-Unidad de Atención a las Violencias hacia la Infancia y la Adolescencia y el Servicio de Neonatología de Vall d’Hebron han iniciado un programa de prevención de este síndrome, también denominado traumatismo craneal abusivo o trauma cerebral por maltrato, con el objetivo de visibilizar que un zarandeo al bebé puede tener graves consecuencias.
Cualquier movimiento brusco provoca movimientos de aceleración y desaceleración, según denuncian desde la Unidad. Dado que la cabeza es más grande que el resto del cuerpo en edades tempranas y debido a la debilidad del cuello, se producen lesiones intracraneales o incluso traumatismos craneales, que pueden derivar en las citadas consecuencias.
Violencia contra los bebés, aunque sea sin intención
Aunque no es la violencia física más común contra los bebés, la Dra. Anna Fàbregas, adjunta del servicio de Pediatría y coordinadora del equipo EMMA-Unidad de Atención a las Violencias hacia la Infancia y la Adolescencia, reconoce que puede ser la que trae peores consecuencias.
Según los datos aportados, uno de cada cuatro niños que sufre este tipo de violencia fallece. De los que la superan, entre el 65% y el 80% termina con secuelas neurológicas, como por ejemplo: deterioro motor, cognitivo y retraso mental.
“Es un maltrato muy grave. Hace falta que la población sea consciente del daño que puede provocar a sus hijos al zarandearlos”, concluye Fàbregas.
El síndrome del niño sacudido o zarandeado (shaken baby syndrome) es, por tanto, una forma de maltrato físico infantil que incluye la existencia de un traumatismo intracraneal que conlleva un conjunto de alteraciones clínicas y patológicas que conforman un síndrome bien definido, causado por la sacudida violenta de un bebé o de un niño.
Manejar la frustración, el cansancio y la rabia
Según explican los profesionales del hospital, el problema viene en muchas ocasiones de la dificultad para gestionar ciertas situaciones de estrés por parte de los progenitores. Como por ejemplo, largas horas en las que el bebé llora desesperadamente.
Es probable que el papá o la mamá tenga también falta de sueño, lo que dificulta la gestión de situaciones límite, que en ningún caso deben terminar perdiendo la calma y acudiendo al zarandeo.
“Los primeros meses de crianza pueden ser duros porque si un bebé llora mucho o está intranquilo es posible que los padres, madres o cuidadores no puedan descansar suficiente y las dificultades a la hora de consolar al bebé les generen frustración”, asegura el Dr. Cèsar Ruiz, jefe de Sección de Neonatología de Vall d’Hebron.
Entre los desencadenantes suele estar el mencionado llanto desconsolado, así como ciertas vulnerabilidades familiares, violencia machista e incluso el consumo de alcohol u otras sustancias. El hecho de que los progenitores sean jóvenes o sean familias monoparentales también ayuda a desencadenar el síndrome.
La falta de red de apoyo también es un factor estresor. En la Tribu CSC cientos de familias comparten experiencias y pueden apoyarse en el criterio profesional de nuestro equipo de expertos para desarrollar una crianza respetuosa con sus hijos e hijas.
¿Qué podemos hacer?
Aunque no es fácil, hay que mantener siempre la calma. Con el ánimo de facilitar la máxima información posible, en el hospital facilitan el tríptico informativo «¡Auxilio! No para de llorar». En él se dan consejos para evitar el zarandeo.
Para empezar, cabe recordar que un bebé con una buena salud llora, de media, entre dos y tres horas diarias. Es su forma de comunicarse si tienen hambre, están cansados, sucios o no se encuentran cómodos en general. Es el momento de aportarles mimos y cuidados, meciéndoles en brazos a un ritmo lento si es necesario, tal y como explican los responsables en un comunicado.
“Es importante que como adultos ajustemos nuestras expectativas y sepamos que los llantos formen parte de una etapa normal en el desarrollo y que hay una gran variabilidad entre bebés en el temperamento, el patrón de llanto y los niveles de actividad”, concluye Fàbregas.
Si tras el cambio de pañal, dar el pecho o el biberón y otra serie de cuidados convencionales, no logramos que se tranquilice; en el tríptico editado por el hospital recomiendan hacer relevos con otros cuidadores.
Desde luego, existen infinidad de alternativas que podemos llevar a cabo cuando nuestro bebé llora y, en ningún caso, recurrir al zarandeo para así evitar el síndrome del bebé sacudido. Algunas de ellas son:
- Tratar de adelantarnos al llanto, propiciando un entorno agradable para el bebé, especialmente cuando vamos conociendo sus hábitos y preferencias en ciertas cuestiones básicas.
- Moverlo de forma rítmica y suave.
- Hablarle con dulzura.
- Dejarle algo que huela a su mamá.
- Cantarle.
- Darle un baño o un masaje.
Si se está solo, y se está cerca de perder el control, se recomienda dejar al bebé en la cuna con la barriga hacia arriba. Respirar, recuperar la tranquilidad y realizar una llamada a alguien de nuestra confianza en busca de ayuda.
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