Hoy vengo a hablaros de algo que me apasiona y que descubrí con mi hija mayor cuando tenía alrededor de un año: la baby signs language. La verdad es que todo fue casi por casualidad,…
Son muchas las familias que al oír hablar por primera vez del babysigning, sienten escepticismo y no creen que sirva. Piensan que se trata de una moda que seguramente no funcione.
Babysigning
Eso mismo me pasó a mí la primera vez que leí sobre el tema, incluso cuando pensé en probar con mi hija, mi madre también me decía que no lo hiciera, no fuera a ser que luego la niña se hiciera “vaga” con eso de comunicarse con las manitas y perdiera su interés en hablar.
De hecho, esta es una de las dudas más comunes, de las que ya hemos hablado varias veces en el blog y dentro de la tribu, ya que tenemos un grupo exclusivo para familias signantes.
Podríamos hacer un símil con el gateo, ¿acaso un niño que gatea pierde su interés en andar? No, todo son fases. La locomoción cuadrúpeda es realmente importante en su desarrollo, ya no solo psicomotor, es que también favorece la integración entre ambos hemisferios cerebrales e incluso prepara para el aprendizaje de la lectoescritura.
Situaciones que no se te había ocurrido pensar que podrás vivir gracias a los signos
Con los signos estamos estableciendo un puente de comunicación que nos va a permitir entendernos mientras se produce el desarrollo del lenguaje oral, pero es que además nos puede hacer vivir momentos maravillosos que seguro que a priori no te imaginas.
Una vez, un papá me contó que había llegado a mis cursos porque estaba un domingo en un partido de fútbol con su hijo mayor y vio otro padre en la grada haciendo gestos al suyo. «¿Qué hace este?», pensó. Siguió observando, porque en un primer momento pensó que era sordo, y luego se dio cuenta de que no, que de vez en cuando también se le escapaba un grito de júbilo cuando sucedía una buena jugada en el campo.
Al terminar e ir a tomar algo junto a los niños se acercó a él y le preguntó, y así descubrió que este padre se estaba comunicando con su hijo utilizando palabras sueltas de la lengua de signos que había aprendido cuando era un bebé.
Jéssica Gómez Álvarez, de Háblame Bajito, me contó hace muchos años una preciosa anécdota que le sucedió con su hijo mayor. En plena lactancia, llegó un día en el que dejó de querer mamar de uno de sus pechos. En la primera toma no le dio mucha importancia, pero claro, empezó a acumular leche, dolor, y por mucho que le preguntaba no sabía qué estaba pasando.
Hasta que finalmente tras preguntar de muchas formas, el peque le hizo el signo de bicho. «¿Un bicho? ¡Aquí no hay ningún bicho mi amor!»
El peque seguía insistiendo, como con miedo, y no quería acercarse. Ella empezó a explorarse, hasta que, finalmente, mirándose a un espejo, descubrió que tenía un lunar en la parte inferior del pecho, en el que nunca había reparado.
Su hijo lo había descubierto y, como pensaba que era un bichito, prefería evitar mamar de ese lado. Así que al fin pudo comprender lo que pasaba, y le explicó que eso no era ningún bicho, enseñándole lunares de otras zonas de su cuerpo.
Ella había ido hacía unos meses a un curso de signos para bebés, y lo que no esperaba es que esa preciosa técnica de comunicación temprana le iba a hacer conectar de un modo tan especial con sus hijos, llegando incluso a salvar una lactancia que podía haberse frustrado.
Decir «te quiero» en la distancia
Con mi hija mayor, cuando íbamos a clases de matronatación, me encantaban los días en los que mi pareja llegaba a tiempo para vernos un poquito antes de que terminara la clase.
Como él no podía pasar a la zona de la piscina, se quedaba viéndonos a través de un cristal que había, en el que permanecían el resto de acompañantes. En esos momentos, era precioso ver que, a pesar de haber una barrera física (el cristal), se comunicaban, y que él le dijera a la peque “qué bien lo haces, te quiero”. ¿No es maravilloso?
Para signar “te quiero”, si nos basamos en lengua de signos americana (ASL), podemos hacerlo de dos maneras distintas. Una es la que he puesto justo arriba, “yo te quiero a ti”.
Y en la segunda, nos basamos en las iniciales de las palabras en inglés: I Love You:
- Para la “I” del pronombre cerramos el puño y sacamos el dedo meñique.
- Para la “L” de love cerramos el puño y mostramos el pulgar e índice, haciendo la forma de esta letra en mayúsculas.
- Y para la “Y” de you cerramos el puño y dejamos ver el meñique y el pulgar.
Si sumamos estas tres letras en un solo gesto, lo que tenemos que hacer es a partir del puño cerrado mostrar el pulgar, índice y meñique, tal y como puedes ver en la foto. Eso sí, no lo debemos confundir con el clásico gesto que se hace a veces como señal de protesta o en los conciertos de rock.
Descubrir por qué llora
Una vez, una alumna me contó algo que le sucedió con su hija. Resulta que algunas tardes iban a comprar a un pequeño centro comercial de su barrio y, al salir, tenían la costumbre de pasar por el escaparate de una tienda de mascotas para ver los peces, pájaros, cachorros…
Una tarde lluviosa, al terminar la compra, fueron al parking porque ese día habían llevado el coche. Después de dejar todas las bolsas de la compra en el maletero, subió a la pequeña a la sillita de seguridad y, mientras le abrochaba los anclajes, la niña comenzó a llorar y a gritar como entrando en modo “rabieta”, (palabra que no me gusta usar pero que la escribo así para que nos entendamos).
El caso es que la mamá no sabía qué hacer. Al principió pensó que quizá le había pellizcado con uno de los cierres, o que los cinturones estaban demasiado tensos y le apretaban. Pero no había manera de que se quedara en la silla; la peque se ponía completamente tensa para evitar sentarse y abrocharse y, por más que le preguntaba si le pasaba algo, no entendía lo que estaba ocurriendo.
Finalmente, al preguntarle qué podía hacer para ayudarle a sentirse mejor, la peque le hizo el signo de “ratón” y ella se quedó a cuadros. Después de un rato perpleja viendo a su hija insistiendo con este signo y con cara de querer algo (e incluso pensando si se había colado una rata en el coche), reparó en que esa tarde, había olvidado la rutina de pasar por la tienda de mascotas a ver a los animalitos, y claro, los niños no pasan una… ¡La pequeña quería ver a los hámsters dando vueltas en sus ruedas!
Comunicarse con las manos puede ser maravilloso
La verdad es que podría contar mil historias como esta, tanto de las que me han sucedido a mí con mis hijos, como de alumnas que me las han relatado o de las que leemos casi a diario con las familias signantes de la tribu. Incluso de familias con peques con NEE (Necesidades Educativas Especiales) y me han enviado testimonios de cómo los signos les han cambiado su día a día.
En el CNLSE (Centro de Normalización Lingüística de la lengua de signos española) están creando cada vez más material para enseñar a los peques, incluso preciosos cuentos signados, e incluyen también un directorio de centros infantiles que ya tienen implantada la lengua de signos española en sus aulas.
En este sentido soy optimista y creo que cada vez será algo más normalizado, se elija el método que se elija, y que esto además nos permitirá educar a nuestros hijos en valores, haciéndoles ver que hay personas que se comunican con sus manos y que esto puede ser extraordinario.
Te invito a que tú mismo pruebes y te animes a aprender a signar, porque de verdad que nunca sabes durante cuánto tiempo te va a servir tener esta herramienta en la familia. Os va a ayudar a reforzar el vínculo, los lazos de unión y la complicidad de una forma maravillosa.
¡Cuéntanos en comentarios las anécdotas que habéis vivido en vuestra familia gracias a los signos!
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