Si tienes más de un hijo esta pregunta no te sonará raro... Seguro que en algún momento te lo has planteado y acto seguido te has sentido fatal ¿verdad? Pues te voy a decir que…
Los seres humanos somos seres sociales y, por eso, las interacciones con otras personas son tan importantes. Así, tener un hijo tímido puede generarnos cierta preocupación. Es lógico. Queremos que nuestros peques sean felices, que crezcan con amigos y que disfruten de la vida; que se diviertan haciendo amigos en el parque, en un cumpleaños o realizando actividades grupales.
Pero no a todos los niños les resulta fácil. Aunque se desarrolla más plenamente en la adolescencia, la personalidad de un peque se va definiendo durante los seis o siete primeros años de vida. Así que es probable que si tu hijo o hija es tímido, ya de pequeñito muestre cierta dificultades en contextos sociales y que se mantenga en un segundo plano en esas circunstancias. Lo típico: llegamos a un parque y se agarra a nuestras piernas e incluso esconde la cabeza.
Pero la timidez no es un problema. Es solo un rasgo de la personalidad. Y como padres debemos aceptarlo y acompañarlos, pero también ayudarles a dar un pasito para que ese rasgo no se convierta en una barrera en sus vidas. La timidez en los niños solo es problemática cuando se convierte en una barrera, que limita su día a día y dificulta que disfrute de las relaciones sociales.
Diferencias entre el niño tímido y el introvertido
Como digo, un hijo tímido es un niño normal, como lo puede ser uno serio u otro hablador. Sí es cierto que lo pasan mal en determinados contextos. Quizás le cueste hablar en clase, nunca tenga la iniciativa e incluso se muestre distante y reservado.
Pero no hay que confundir la timidez con la introversión. Hay niños tímidos que sí son extrovertidos, pero la inseguridad o el miedo a dar un paso adelante les hace mostrar reservas. La introversión, por otro lado, apunta más a personas que no necesitan estar con otras personas, que requieren menos contacto social. En definitiva, que son felices en su propio mundo. Y no significa que sea asociales o que no tengan amigos, sino simplemente que no necesitan tanta activación externa. Pueden tener pocos amigos y no necesitar más. Así, se puede ser extrovertido y tímido, introvertido y tímido, o introvertido pero resuelto, etc.
En un tercer estado está la vergüenza en los niños. Esta está más relacionada con la falta de confianza, con el miedo e incluso con un sentimiento de culpa o con sentirse humillados. A veces los adultos tenemos mucha responsabilidad en la vergüenza que pasan nuestros hijos al ponerles en situaciones embarazosas frente a los demás.
¿Cómo son los niños tímidos?
A un hijo tímido no le gusta ser el centro de atención. Es muy normal que no le guste ir a eventos sociales con otros compañeros, como un cumpleaños; e incluso que evite los juegos donde hay muchos participantes. Puede incluso sentir cierta ansiedad con antelación por este tipo de actividades. Es muy habitual que no le guste disfrazarse e incluso que muestre algunos síntomas físicos: sudoración en las manos, tartamudear, náuseas o dolor de barriga, palpitaciones, etc.
Sin embargo, en un espacio de confianza la timidez se supera. Si bien a la llegada del parque puede esconderse tras las piernas de su padre o no contestar ante preguntas directas, sí jugará y entablará conversaciones cuando se sienta seguro y conozca a las personas. El proceso inicial de silencio les ayuda a observar, medir y ganar confianza. De hecho, a veces la timidez solo se produce en determinados momentos, no siempre.
La timidez tiene cierto componente genético pero está muy relacionada con factores ambientales: el apego inseguro (que provoca inseguridad en el menor, al no sentir que sus padres responden a sus necesidades); criarse con muchos adultos y tener pocas oportunidades de relacionarse con otras niños; o las situaciones estresantes que lo llevan a usar la timidez como una especie de escudo.
¿Qué hacer para que mi hijo supere la timidez?
Las relaciones sociales son muy importantes para el desarrollo emocional y social de nuestros hijos. A través de las relaciones con los demás, van construyendo su autoconcepto, la imagen de sí mismos. Gracias a ellas se aprenden conceptos tan importantes como el respeto y la tolerancia. Desarrollan la empatía, aprenden a solucionar conflictos y a ser asertivos.
Lo primero que podemos hacer, en este sentido, es mostrarles nuestro apoyo incondicional y nuestras confianza en ellos. Hacerles ver que les comprendemos y que la timidez no es nada malo y que hay muchas personas que la sienten. Yo misma, aún siendo periodista y, por tanto, contactando a diario con muchas personas, me muestro tímida en algunas ocasiones. El escritor Jorge Luis Borges era extremadamente tímido y recurrió en alguna ocasión a amigos para que leyeran sus conferencias.
A efectos prácticos, podemos ayudar a nuestro hijo tímido con juegos de rol o teatro en casa. Ponerse en la piel de un personaje distinto a ellos les puede impulsar a cambiar su perspectiva. Incluso fomentar sus aficiones les puede ayudar a superar esa barrera de inseguridad y hacer amigos en clase de pintura o de baile.
Podemos generar oportunidades para que socialicen pero sin forzarlos e incluso servirles de ejemplo: si nos ven interactuar con personas que nos conocemos, aprenderán habilidades sociales y cómo hacerlo ellos. Si les provoca ansiedad hacer amigos en el parque, podemos invitar a algún amiguito/a a casa. En su propio espacio se sentirán más cómodos.
En eventos sociales, como un cumpleaños, podemos llegar los primeros. Eso propiciará que nuestra hija o hijo interactúe con el cumpleañero/a en un primer momento y será más fácil recibir al resto de invitados con ese margen de confianza inicial.
Y en el parque, si vemos que muestra interés por jugar con algunos niños, podemos ayudarles a expresar su deseo de participar e incluso acompañarlos y preguntarles al resto si podemos jugar (en cuanto nos vea jugar a nosotras, se sentirán más cómodos para participar ellos).
Cómo manejar la timidez en los niños
Ante un hijo tímido, lo que no debemos hacer es darle más importancia de la que tiene. Forma parte de su personalidad y hay que respetarlo. No debemos nunca obligarle a enfrentarse a situaciones nuevas si no se siente cómodo.
No está mal que le alentemos y elogiemos cuando sea capaz de dar un pasito más, pero sin agobiarle. Sobreprotegerlo no es buena idea. Tiene que aprender a afrontar esas situaciones, con calma, sin presiones, pero tiene que hacerlo. Lo tendrá que hacer durante el resto de su vida y más vale que tenga herramientas para ello.
No hay que ridiculizarlo ni, por supuesto, etiquetarlo con un «es que es muy tímido». Muchas veces la usamos para justificarnos a nosotras pero le estigmatizamos y sembramos la semilla en su cabeza que le puede llevar a pensar que nunca podrá hacer algo por ser tímido. En este sentido, debemos corregir cualquier verbalización negativa que haga sobre su forma de ser, como «nunca seré capaz de hablar en clase». Hay que relativizar esas sensaciones y contrarrestarlas con elogios a todos sus valores positivos.
Cuándo la timidez sí es un problema
Si la timidez de tu hijo le provoca bloqueo, si interfiere en su día a día y le impide relacionarse con los demás… Es decir, si el peque sufre, entonces sí sería necesario acudir a un profesional. De lo contrario, puede desarrollar lo que se conoce como timidez patológica, que provoca baja autoestima y genera en el menor un sentimiento de inferioridad e indefensión. Esos sentimientos pueden derivar en que tengan una idea negativa sobre sí mismo.
Además, a las personas excesivamente tímidas se las considera, a veces, poco amistosas y, en el caso de los adolescente, puede derivar en aislamiento social e incluso llegar a ser, en casos muy extremos, víctimas de acoso escolar o pueden derivar en una fobia social. Se trata de un trastorno de ansiedad que provoca miedo persistente en que quien lo sufre hasta tal punto que huyen de cualquier situación social que les resulte embarazosa.
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