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El trastorno bipolar es una enfermedad mental que se puede considerar grave y que afecta al estado de ánimo de una persona. Estos cambios son evidentes e incluso extremos. Hace décadas se pensaba que solo afectaba a los adultos. Ahora no es así. Se calcula que entre el 1 y el 7% de la población infantil y adolescente puede sufrirlo.
El 30 de marzo se celebra el Día Mundial del Trastorno Bipolar. Se trata de una patología que puede convertirse en crónica y que afecta a unos 30 millones de personas en todo el mundo.
Aprovechando esta efemérides vamos a explicar qué es el trastorno bipolar en la infancia y la adolescencia y cómo se puede detectar. El diagnóstico, en cualquier caso, ha de realizarlo un/a profesional de salud mental.
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¿Qué es el trastorno bipolar?
Según el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH, en sus siglas en inglés) de EEUU, el trastorno bipolar afecta al estado de ánimo. En el caso de los niños y adolescentes, estos pueden sentirse muy felices y animados para luego pasar a estar tristes o abatidos, y menos activos de los normal.
Resumiendo mucho, se puede considerar como una montaña rusa en dos fases:
- El episodio maníaco (felicidad y energía excesiva).
- El episodio depresivo (tristeza y abatimiento).
No hay que confundirlos con los cambios normales que experimentan los niños. Los altibajos son más extremos, a menudo sin razón aparente y vienen acompañados de otros síntomas como cambios en el sueño, en el nivel de energía e incluso en la capacidad de pensar con claridad.
En el caso de los adolescentes, estos pueden tener problemas en clase, relaciones difíciles con amigos y familia. En los casos más extremos, pueden aparecer ideas suicidas y autolesiones.
Causas del trastorno bipolar en la infancia y la adolescencia
El trastorno bipolar es uno de los problemas que más atención ocupa en psiquiatría aunque, a pesar de esto, se desconoce qué lo provoca exactamente. Sí hay consenso en que el peso genético es importante.
Es decir, la probabilidad de padecer un trastorno bipolar en la infancia y la adolescencia es mayor si lo tiene un familiar cercano. Esto no significa que si un miembro de la familia lo tiene, su hijo o hija lo vaya a desarrollar, pero sí que las posibilidades son mayores. No obstante, hay varios genes implicados en este trastorno.
Además, según el NIMH, hay investigaciones que apuntan a que el entorno también influye. Al parecer, los traumas infantiles y situaciones estresantes o adversas pueden influir en desarrollar la enfermedad en aquellas personas con riesgo genético.
Los síntomas del trastorno bipolar pueden coincidir con otros trastornos como el déficit de atención con hiperactividad (TDAH), problemas de conducta, depresión y trastornos de ansiedad. Esto complica el diagnóstico, y muchas veces lo retrasa. Por eso es necesario una evaluación exhaustiva por parte de un especialista.
¿Cómo saber si un niño tiene trastorno bipolar?
La Asociación Española de Psiquiatría Infanto-Juvenil recoge en su protocolo sobre el trastorno bipolar que los síntomas maníacos en niños y adolescentes empezaron a describirse en el siglo XIX. Sin embargo, hasta los años 80 del siglo pasado no comenzó a barajarse que esta enfermedad podía iniciarse en la infancia y la adolescencia.
Esto es una muestra de cómo el trastorno bipolar en la infancia es difícil de determinar, ya que se puede confundir con otras patologías. Además, puede ser que los menores no sean capaces de expresar cómo se sienten.
Según el NIHM, un niño o adolescente con trastorno bipolar puede tener episodios maníacos, depresivos o mixtos. A menudo se prolongan durante días o semanas y les afectan la mayor parte del tiempo.
Episodio maníaco
Los síntomas suelen ser:
- Mostrar una felicidad intensa o actuar de una manera extravagante durante períodos largos de tiempo.
- Tener muy mal genio o mostrarse sumamente irritados.
- Hablar muy rápido sobre muchas cosas diferentes.
- Tener problemas para dormir, pero sin sentirse cansados.
- No pueden mantener la concentración y experimentan pensamientos acelerados.
- Mostrarse demasiado interesados o estar involucrados en actividades placenteras que son arriesgadas.
- Hacer cosas arriesgadas o imprudentes.
Episodio depresivo
En estos casos, el trastorno bipolar en niños y adolescentes provoca:
- Sentimientos de tristeza frecuente sin motivo aparente.
- Irritabilidad, ira u hostilidad.
- Dolor corporal, como del estómago o de cabeza.
- Aumento de las horas de sueño.
- Problemas de concentración.
- Sentimientos de desesperación e inutilidad.
- Dificultades para comunicarse o relacionarse con otras personas.
- Trastornos a la hora de comer.
- Poca energía y desinterés por actividades que generalmente les gustan.
- Pensamientos de muerte o suicidio.
El diagnóstico del trastorno bipolar en la infancia y la adolescencia
El diagnóstico del trastorno bipolar en niños y adolescentes lo ha de determinar una persona especialista en salud mental. No se puede detectar con pruebas médicas, como un análisis o un escáner cerebral.
La Asociación Española de Psiquiatría Infantil señala en su protocolo sobre esta enfermedad que con frecuencia «queda infradiagnosticada o se diagnostica erróneamente» durante la infancia.
Se estima que solo el 60% de los pacientes reciben tratamiento, pese a ser una enfermedad «crónica y grave» que en ocasiones comienza en edades tempranas «por lo que es imperativo que se diagnostique y se trate lo antes posible para evitar una mayor alteración en el funcionamiento social, académico y familiar del paciente».
En el 50% de los casos, transcurren cinco años entre el inicio de la enfermedad y el comienzo del tratamiento, debido a esa dificultad diagnóstica.
El test de la bipolaridad en niños y adolescentes
En 2005 la revista Journal of Affective Disorders publicó un estudio sobre un test que permitía diferenciar la depresión mayor del trastorno bipolar. Se trata del Test ‘HCL-32’, un sencillo cuestionario de 32 preguntas que permite al médico establecer de cuál se trata. El grado de éxito es del 80%.
La depresión mayor y el trastorno bipolar tipo II se confunden porque presentan síntomas similares. Sin embargo, un tratamiento incorrecto puede resultar contraproducente. El trastorno bipolar tipo I se diferencia del tipo II, o hipomanía, porque en este último los síntomas depresivos prevalecen y los maníacos no son muy evidentes, lo que dificulta su diagnóstico diferencial.
El test se diseñó a nivel internacional y es diferente al cuestionario Mood disorder questionnaire (MDQ) usado habitualmente hasta entonces. El primero es de carácter más abierto, lo que facilita que los pacientes sean sinceros. Algunos autores, sin embargo, concluyen que este cribado es «muy sensible» pero «poco específico».
¿Cómo se trata el trastorno bipolar?
La detección precoz es fundamental en el caso del trastorno bipolar en la infancia y la adolescencia, aunque sea difícil su valoración. Con un tratamiento óptimo, niños y adolescentes pueden controlar los síntomas y llevar una vida normal.
El tratamiento incluye medicamentos (por cierto, incompatibles con la lactancia). Dependiendo del menor y de las circunstancias, el profesional de psiquiatría determinará qué tipo de medicación les viene mejor. Hay distintos tipos y es posible que se necesite más de uno, si los síntomas son complejos.
Por otro lado, es necesario acudir a terapia psicosocial. Esta puede tener un enfoque conductual cognitivo e implicar también a la familia. El objetivo es ayudar al niño o adolescente a controlar el trastorno bipolar, anticipando síntomas, manteniendo rutinas, controlando las emociones y mejorando las interacciones sociales.
¿Qué podemos hacer los progenitores?
Para empezar, tener paciencia y practicar la escucha activa. Hay que prestar atención al estado de ánimo de nuestros hijos e hijas y comprender que los vaivenes emocionales se desencadenan sin que el menor los pueda controlar en un principio.
Por eso es importante asumir y que asuman que el tratamiento es fundamental y que es necesario para que pueda llevar una vida normal. Mostrarle nuestro cariño y apoyo incondicional también les ayudará a llevarlo mejor. También ofreciéndoles oportunidades de divertirse y de desarrollar sus habilidades y aficiones.
Cuidar a un hijo o hija con trastorno bipolar puede ser estresante, así que también es necesario prestar atención a nuestra salud mental. Cuidarnos para cuidarles, incluso, si es necesario, recurriendo nosotros mismos a la ayuda de un profesional.
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